El pasado 10 de noviembre fallecía a los 98 años el arquitecto mexicano Agustín Hernández Navarro. Considerado uno de los padres de la arquitectura moderna, las obras de Hernández Navarro llevaban en el ADN la búsqueda de los límites convencionales y nos deja una extensa obra llena de proyectos disruptivos que no pasan desapercibidos. Un ejemplo de ello era su estudio, diseñado en 1975 cuya ingravidez y marcadas líneas geométricas, le dan un inequívoco aire futurista.
Por un lado, la edificación parece emerger del suelo en la colonia Bosques de Lomas de la ciudad México en la que se ubica. Desde su acceso a la calle parece flotar y desde su vista trasera es aún más llamativa, en tanto que se sustenta en un gran y único pilar.
El cuerpo habitado (con dos plantas de taller y la tercera planta con dormitorio, biblioteca y baño) es una estructura abierta y conectada al exterior a través de las ventanas horizontales que abarcan todo el perímetro.
En en el interior destaca la luz cenital que entra por la parte superior de la escalera bañando todas las plantas.
Para su diseño el arquitecto se inspiró en las palapas de los lugareños de Acapulco, sustituyendo los troncos y otros elementos naturales por el hormigón. Para el estudio-casa de Hernández, se utilizaron cuatro prismas de hormigón, dos a compresión y dos a presión logrando para lograr un equilibrio entre lo estético y estructural.
El acceso al taller es por la parte superior, (por la planta taller) y se accede a él través de un puente que deja ver la naturaleza que envuelve al complejo. Las impresionantes puertas de acero parecen el acceso a una nave espacial y contribuyen a potenciar el aspecto futurista y original de toda la construcción.
Ya dentro, el recorrido continúa por una escalera de espiral hecha con peldaños metálicos, cuya ligereza y apertura contrasta con los grandes volúmenes de hormigón.
Imágenes Archdaily.mx
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