Al ver esta casa del estudio holandés 123DV dos ideas han cruzado mi mente. Primero me ha encantado la sencillez de sus formas, que tienen la frescura de un diseño propio de un estudiante, y esto es un piropo. Después me ha llamado la atención lo bien que la construcción encaja con el entorno, aprovechando una colina para crear una casa puente.
Sin embargo, algo tan positivo como que la vivienda responda a la situación del solar, se convierte en un punto negativo cuando descubrimos que se trata de una colina artificial, creada solo para conseguir el efecto deseado por el arquitecto. Al contrario de lo que debería ser, aquí el terreno se adapta a la arquitectura.
Es cierto que con la intervención paisajística, que incluye también la plantación de 17.000 árboles —¿muchos parecen no?— y 1.000 azaleas, se han logrado muchas mejoras, como que la casa resulta mucho menos agresiva visualmente, que se consiguen unas mejores vistas o que se resuelven elegantemente los accesos, pero sigue produciéndome una sensación amarga saber que esa colina no estaba ahí cuando llegó el arquitecto.
Si observamos a los grandes arquitectos, descubriremos que la mayoría evitan cambiar el terreno, y que adaptan su creación al entorno existente. El mejor ejemplo es la casa de la cascada de Frank Lloyd Wright, aunque también me valen la casa Koshino de Tadao Ando, la casa Farnsworth de Mies o la casa Kaufmann Desert de Richard Neutra.
En esta, en cambio, la intervención se lleva al límite, adaptando el entorno para que se parezca a lo que hubiera querido encontrarse el arquitecto. Imagino que habrá quien defienda que el paisajismo también es arquitectura, pero a mi me recuerda a los primeros cursos de proyectos en la carrera, en la que nos proponían solares imaginarios, completamente planos y sin condicionante alguno, donde muchos recurrían a crearlos para poder dotar de sentido a edificio, con resultados un poco extraños, como ocurre aquí.
Con esto no quiero decir que no me guste. La gran C acristalada a la que se accede por debajo es un clásico que nunca falla, sobre todo cuando tenemos un gran programa y sitio para hacerla tan apaisada, porque las proporciones alargadas siempre resultan agradables de mirar.
En la parte frontal se encuentra la zona de día, con un enorme salón que goza de vistas espectaculares y una terraza cubierta triangular, una cocina también impresionante y otras estancias más o menos públicas, como un despacho y una zona de lectura.
La parte trasera es más privada, aunque igualmente luminosa gracias a un ventanal corrido. En ese lado se ubican los baños y las habitaciones, mientras que en el sótano, semienterrado por la colina artificial, se ubican el acceso, el garaje y también una bodega y un gimnasio.
Una distribución muy lógica y funcional, que además encaja perfectamente con el diseño exterior de la vivienda, la orientación y el terreno, claro que éste ha sido moldeado a tal efecto. Mi mente sigue debatiendo la ética de este gesto, porque siempre he pensado que la arquitectura se debe al lugar, y no el lugar a ella, amén de que el coste de semejante intervención debe de haber sido astronómico.
Vía | Design Milk
Fotos | Christiaan de Bruijne
Más información | 123DV Architects
En Decoesfera | El patio como organizador del espacio
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