Para despedir el año por todo lo alto, os he preparado una sorpresa; la casa de Hugh Jackman. Igual a alguien no le suena el nombre del todo, pero seguro que si digo "Lobezno", escucho algún gritito histérico en la lejanía. Y es que el malote de los X-Men debe de tener un club de fans que ni los Backstreet Boys en sus tiempos mozos.
En fin, a lo que iba. El caso es que el bueno de Hugh decidió hace poco más de una año comprarle a Bill Joy, co-fundador de Sun Microsystems, este pequeño ático de tres plantas y 1.200 metros cuadrados, con vistas al río Hudson en Nueva York, por el módico precio de 21 millones de dólares, unos 14 millones de euros al cambio.
Por si fuera poco, el diseño del edificio, situado en el 176 de la calle Perry, es obra de Richard Meier, una de las leyendas vivas de la arquitectura americana, con una obra basada en los principios del movimiento moderno y con muchas referencias a Le Corbusier y Frank Lloyd Wright.
Bueno, sin más preámbulos, con todos ustedes;la casa de Hugh Jackman.
Como ya he dicho, es un ático-triplex, pero realmente está dividido en dos grandes partes. La planta baja, situada en el octavo piso del edificio, aloja varias habitaciones y un recibidor enorme con vistas al río. Esta planta puede funcionar a modo de casa de invitados ya que el resto tiene acceso independiente.
Desde el recibidor se llega al salón a través de una escalera de caracol espectacular. Claro que una vez allí, las vistas y el espacio a doble altura te vuelven a dejar anonadado. Como única pieza de mobiliario en todo el gran espacio, un sofá enorme de cuero; blanco, por supuesto.
A un lado del salón se encuentra el comedor, que es tan grande que dan ganas de montarse una pista de fútbol sala o al menos poner una mesa de ping-pong, un billar, un futbolín… y montarse unas recreativas. No se porque me viene a la mente constantemente la casa de Josh Baskin (interpretado por Tom Hanks) en la película Big.
Las vistas no son tan buenas, ya que son las del edificio contiguo, pero al fondo vuelve a vislumbrarse el río y a lo lejos, la Gran Manzana. Una mesa de vidrio con unas sillas blancas de oficina y un puf rojo decoran la estancia.
Al otro lado, la cocina con la que todos soñamos. Grande, espaciosa y muy luminosa. La encimera y los electrodomésticos en acero inoxidable y, enfrente, un inmensa barra de mármol blanco en la que poder preparar tus mejores platos con toda la comodidad del mundo. Además, gracias a un juego de taburetes, también se puede comer en la cocina si se quiere.
De nuevo, los elementos decorativos superfluos brillan por su ausencia. Tan sólo una vela, un poco de fruta y un jarrón le dan un toque de color al conjunto. Por lo demás, minimalismo en estado puro.
Si subimos las escaleras llegamos al dormitorio principal, que vuelca sobre el espacio a doble altura del salón. Un lugar igual demasiado grande para dormir a gusto, con mucha luz y la sensación de que el vecino puede llegar a verte parpadear. De hecho, en la foto se intuyen las viviendas del otro edificio, aunque eso es algo que unas cortinas pueden solucionar fácilmente.
Además de la cama, blanca para variar, destaca una zona de lectura formada por una lounge chair de Charles Eames acompañada por un delicada lámpara de pie en acero. También hay una especie de mueble metálico blanco frente a la cama que no sé muy bien lo que es, y que me tiene muy intrigado.
Para terminar, el baño, que no tiene piscina en vez de bañera porque no quiere. En la decoración sigue predominando el blanco combinado con el parquet de madera.
Las vistas siguen siendo impresionantes a pesar de estar tamizadas por un vidrio azulado, supongo que para darle un poco de privacidad.
Bueno, hasta aquí puedo leer, porque se me están poniendo los dientes largos de tanto mirar y no creo que sea bueno empezar el año lleno de envidia. Espero que os hay gustado tanto como a mi, a pesar de que le falte un poco de vida.
Vía | The Observer Imágenes Vía | Sotheby's En Decoesfera | Casas de Famosos: Jude Law
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