El ahorro tanto económico como de recursos es algo que cada vez tenemos más en cuenta en nuestro día a día y también en las tareas domésticas, como por ejemplo a la hora de lavar la ropa.
Tradicionalmente existe la creencia de que es conveniente en general lavar la ropa a 40ºC, porque se considera que es una temperatura media que no supone un gran gasto y es una práctica respetuosa con el medio ambiente.
Sin embargo, está comprobado que lavar a 40ºC solo elimina el 15% de las microorganismos de la ropa, dejando atrás una cantidad importante de gérmenes que requieren temperaturas más altas para poder combatirlos eficazmente y, por tanto, no siempre ese lavado medio caliente equivale a un resultado limpio.
En realidad hay otros factores como son la velocidad de giro del tambor o la calidad del detergente juegan un papel mucho más importante a la hora de combatir las manchas y la suciedad que la propia temperatura del agua.
Algunas lavadoras modernas están equipadas con avanzados sistemas de desinfección, capaces de eliminar las impurezas de un tejido sin tener que recurrir necesariamente a altas temperaturas.
Desde un punto de vista económico, una reducción de la temperatura del agua de 40ºC a 30ºC puede suponer un ahorro notable en la factura de la luz. Por tanto, tal vez es hora de repensar algunos hábitos de lavado tradicionales buscando métodos más eficientes energéticamente. Así pues, la elección de la temperatura debe depender de las necesidades de la ropa en cada caso.
Para ropa ligeramente sucia, una temperatura de 30 grados puede ser suficiente, mientras que la suciedad más arraigada puede requerir temperaturas más altas. Al adaptar los hábitos de lavado en cada caso, podemos ahorrar costes, proteger el medio ambiente e incluso garantizar que la ropa se conserve en buen estado el máximo tiempo posible.
Fotos | stevepb en Pixabay y moerschy en Pixabay
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