El concepto de personalización está llevando a algunos diseñadores a rascarse tanto la cabeza que, o terminan con un agujerillo en el cráneo, o acaban creando muebles inverosímiles con una funcionalidad cuestionable. Un ejemplo de ello es Darwin Chair, diseñada por Stefan Sagmeister.
Como vemos en la imagen, la gracia está en que cada día la silla goza de un nuevo diseño, gracias a unas hojas, como las de un cuaderno de notas que se van pasando una a una hasta dar con el diseño que se ajuste a nuestro estado de ánimo. Cuando el propietario del invento se cansa de uno de los lienzos, no tiene más que arrancarlo y deshacerse de él, o utilizarlo para envolver pescado.
Quiero entenderlo como un juego travieso de una mente en constante movimiento, pues como mueble no le veo el punto. Son 200 las hojas con diferentes imágenes y diseños que la silla lleva pegados en su respaldo, hojas que probablemente se deteriorarán rápidamente con el uso. El concepto ya lo habíamos visto en la silla Ikea PS Selma, aunque en aquel caso se trataba de unas hojas acolchadas y mullidas, más bien unos cojines delgados y planos, cómodos y desenfundables, destinados a perdurar en el tiempo.
Vía | Microsiervos
En Decoesfera | Una silla que parece un libro
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