María Lancha
EditorLa flor de Pascua es, sin duda, una de las grandes protagonistas de la decoración navideña. Presente en salones, recibidores y mesas auxiliares, su intenso color rojo aporta calidez y carácter a cualquier espacio. Sin embargo, muchas personas asumen que se trata de una planta efímera, destinada a marchitarse pocas semanas después de las fiestas.
Nada más lejos de la realidad, según explica el jardinero Ángel Illescas (@angelillescasnombela) quien asegura que, con unos cuidados muy concretos, esta planta puede mantenerse sana y lucir espectacular de un año para otro. Además, apenas cuesta trabajo y es ideal para aprovechar la flor de un año para otro.
Las tres claves para mantener tu flor de Pascua
“El secreto está en tres cosas muy sencillas: controlar el riego, abonarla correctamente y no marear a la planta cambiándola constantemente de sitio”, resume el experto. Tres gestos básicos que, aplicados con constancia, marcan la diferencia entre una flor de Pascua que apenas sobrevive a la Navidad y otra que se mantiene fuerte durante meses.
El riego es, según Ángel Illescas, uno de los puntos más críticos. La flor de Pascua no tolera el exceso de humedad, por lo que conviene regarla con mucha moderación. “Lo ideal es echarle solo un poco de agua, aproximadamente medio vasito cada tres o cuatro días”, explica. Además, es fundamental retirar el agua sobrante del plato tras el riego, ya que el encharcamiento puede provocar que las raíces se pudran y la planta se debilite rápidamente.
Otro aspecto clave es el abonado. A diferencia de lo que muchos piensan, la flor de Pascua es una planta “muy comilona” que necesita nutrientes de forma regular. Ángel Illescas recomienda abonarla una vez por semana o, como mínimo, cada quince días. “Cuando la planta está roja necesita comer, es decir, necesita ser abonada”, señala, subrayando que una correcta nutrición es esencial para mantener su color y vitalidad.
El tercer consejo tiene que ver con la ubicación y la estabilidad. “No hay que marear a la planta”, insiste el jardinero. Una vez se elige el lugar adecuado (con buena luz, pero sin corrientes de aire ni cambios bruscos de temperatura), lo mejor es dejarla tranquila y evitar moverla constantemente. La flor de Pascua agradece la estabilidad y responde mejor cuando no se ve sometida a cambios continuos.
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Siguiendo estas tres pautas, Illescas asegura que los resultados están más que garantizados. “Tengo gente a la que le ha aguantado de un año para otro y está contentísima”, afirma. La clave, concluye, está en la constancia y la perseverancia, cuidar la planta con regularidad y atención es el verdadero éxito para disfrutar de una flor de Pascua sana, decorativa y duradera mucho más allá de las Navidades.
Fotografía de portada | Ángel Illescas
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