Estoy flipando en Technicolor con la nueva mansión futurista de Naomi Campbell que su futuro marido, el magnate ruso Vladislav Doronin, le está construyendo a las afueras de Moscú, en el exclusivo barrio de Rubliovka, donde se ubican las villas de la jet set moscovita.
Situada en una parcela inmensa rodeada de abetos y abedules, la chabola espacial de la supermodelo cuenta con una superficie de solo 2.600 metros cuadrados, así como una torre de observación de 22 metros de altura, donde encontramos un exiguo dormitorio y otras estancias privadas. La arquitecta a cargo del proyecto es una desconocida, una tal Zaha Hadid.
La verdad es que la arquitecta angloiraní, única mujer ganadora del premio Pritzker (que es como el Nobel de arquitectura) siempre me ha resultado llamativa y provocadora, siendo una de las figuras principales del movimiento deconstructivista que para dolor de mi corazón tan en boga está hoy en día.
Desde luego, esta casa no pasaría desapercibida para nadie que se le acercara, e incluso habría quien pensara que se trata de una nave alienígena que acaba de aterrizar, de los restos aún no descubiertos de la Atlántida o tal vez la torre de control de algún pequeño aeródromo. Probablemente, de todo menos un hogar.
Tal vez es una cuestión de gustos, pero en mi opinión, las casas son casas y los edificios públicos son edificios públicos. Eso no quiere decir que las primeras no tengan que ser bellas o transgresoras —sirvan como ejemplo la casa Farnsworth, la villa Savoie o la Casa de la Cascada— pero su forma debe responder a su función, y no parecer algo que no son.
Lo única solución lógica que se me ocurre para poder encajar el futurista diseño de Zaha Hadid, que bien podría formar parte del libro Construcciones Cósmicas Comunistas o de los decorados de Star Trek, es que la función principal de esta vivienda no es la de ser una vivienda, sino más bien un castillo, con sus altas torres que dominan los latifundios de su dueño, poniendo de manifiesto el poder del señor feudal sobre sus súbditos, a quienes vigila resguardado tras los muros de su fortaleza, que aunque ahora son de cristal, protegen igual.
No quiero ni imaginar la obscena cantidad de dinero que ha debido invertir el novio de Naomi Campbell en construir su nueva casa, no solo por el tamaño y complejidad de la obra, sino también por lo que debe costar hacerse con los servicios de Zaha Hadid.
Puede que mi juicio este nublado porque cada día me hierva más la sangre de que en un país con tanta desigualdad social como pueda ser Rusia, haya gente que gane tanto dinero como para montarse una chalecito de este nivel sin despeinarse, pero me parece un despropósito y una horterada de nuevo rico como pocas he visto en mi vida.
Vía | Designboom
Más información | Zaha Hadid
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