El programa rápido de la lavadora, ese ciclo de 15 o 30 minutos que promete dejar la ropa limpia en un tiempo récord, puede parecer la solución perfecta para el día a día pero no lo es. Los expertos advierten que, aunque parezca muy práctico, puede ser el programa menos recomendable para usarlo con frecuencia. El motivo principal es su alto consumo energético: para compensar el poco tiempo, la lavadora calienta el agua muy rápidamente, lo que afecta negativamente a la factura de la luz.
Además, este ciclo corto no elimina bien las manchas ni desinfecta ropa y textiles adecuadamente. Al funcionar a baja temperatura (normalmente 30 °C), no logra limpiar en profundidad, algo que debemos tener especialmente en cuenta si vamos a lavar ropa de cama o toallas, por ejemplo. Con este ciclo, bacterias y restos de suciedad pueden quedar incrustados en los tejidos, aumentando el riesgo de irritaciones o alergias, sobre todo en personas con piel sensible.

Por otro lado, este lavado exprés usa menos agua, lo que significa que, si se sobrecarga el tambor, el detergente no se enjuaga correctamente y la ropa puede quedar áspera, con restos químicos. Por otro lado, hay que tener en cuenta que nunca es un ciclo apto para ropa delicada, para la que deberemos elegir ciclos específicos, ya que el centrifugado puede ser demasiado agresivo y dañar tejidos como la lana o la seda.
En resumen, aunque el programa rápido puede ser útil de forma puntual, sobre todo para prendas poco sucias o cuando simplemente tenemos mucha prisa, su uso habitual no compensa. Elegir el programa correcto en cada caso según el tipo de ropa y su nivel de suciedad es fundamental para cuidar las prendas, el ahorro y la salud.
Fotos | Lisaphotos195 en Pixabay y daniskg en Pixabay
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