Una pareja compra una finca en ruinas en Portugal y la convierte en una posada de 800 m²

Una pareja compra una finca en ruinas en Portugal y la convierte en una posada de 800 m²

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Portugal, una antigua casa de campo abandonada durante 50 años, una pareja formada por un norteamericano y un belga... Estos son los ingredientes de la historia que salta más allá de los habituales  antes y después, y que supuso la transformación de una vieja granja en una espectacular y minimalista pasada en el Alentejo portugués.

Alan Andrew, originario de Pensilvania, y su pareja belga, Vincent Proost, estaban buscando una casa de vacaciones en Portugal. Y en lugar de una casa de vacaciones, encontraron una granja en abandonada en el sur del país.

La pareja se conoció en una cita a ciegas en Londres en 2006, y tras vivir en la capital británica durante dos décadas, comenzaron a buscar un nuevo hogar. Y aunque ninguno de los dos había pasado mucho tiempo en Portugal, Proost, diseñador de interiores, sintió que Portugal era el lugar en el que debían vivir. Así que sugirió pasar una temporada explorando el país.

Antes y después

Y dicho y hecho. Tras viajar unos meses por el país, ambos se enamoraron del Alentejo, a unos 190 kilómetros al sur de Lisboa, y decidieron buscar una casa allí, visitando más de 80 propiedades. Al final, la pareja se enamoró de una casa de campo en ruinas situada en Figueira e Barros, y la compraron en verano de 2019.

La casa estuvo abandonada durante más de 50 años, y pronto quedó claro que no iba a ser posible salvar la casa. El tejado se hundió desapareciendo por completo, hasta el punto de que tuvieron que meterse en un proyecto mucho más grande de lo que imaginaban, por lo que tuvieron que mudarse a Portugal para afrontar la transformación. Para empezar, alquilaron una casa donde poder vivir.

Casa Portugal

Tras mudarse, la pareja comenzó a reunirse con arquitectos y empresas de construcción para comenzar a diseñar el que sería su nuevo hogar. Entre las primeras ideas, surgió la de convertir el granero de la finca en la casa de la piscina, con el fin de poder vivir allí mientras se desarrollaban los trabajos y poder dejar cuanto antes la casa que habían alquilado para vivir.

Junto al desmoronamiento del tejado, la pareja se enfrentó a otro reto. En este caso, de dimensiones planetarias. Sin que nadie lo esperara llegó la pandemia de la Covid-19. Y Portugal, como tantos y tantos países, fue confinado.

Casa en Portugal

En ese momento, la pareja tuvo que abandonar la casa que habían alquilado, por lo que se encontraron sin ningún lugar donde vivir: los hoteles estaban cerrados, y aunque tenían una propiedad enorme, pero era inhabitable.

Como medida de urgencia, y mientras esperaban a que comenzaran los trabajos de restauración, se quedaron en el establo de la propiedad, aunque no tenían ni electricidad. Por suerte, el granero se completó en pocos meses, y pudieron vivir allí mientras se desarrollaban los trabajos de la casa principal. Tras el hundimiento del tejado, era imposible reconstruirla, por lo que la casa original fue demolida en septiembre de 2020.

Casa en Portugal

La construcción del nuevo edificio se ralentizo a causa de las restricciones de Covid, y frente al año que pensaban invertir, la obra se prolongó durante casi tres años. De forma paralela a la construcción de la nueva casa, la pareja tuvo que cuidar de los más de 1500 olivos que tiene la finca, y de los animales de la granja.

La casa, a la que llamaron Casa Baio, es sostenible, y se mimetiza con el entorno por el color. Y aunque es una casa de campo moderna, han incorporado materiales locales tradicionales como baldosas de terracota hechas a mano. Además, la casa tiene un sistema de calentamiento solar de agua y también está equipada con paneles de energía solar. La casa principal tiene cinco habitaciones y una piscina al aire libre, mientras que la casa de la piscina tiene una cocina tipo estudio.

Casa en Portugal

Tras las obras, la pareja convirtió la casa en una casa de huéspedes con cuatro habitaciones con baño disponibles para reservar durante una estancia mínima de dos noches.

Pero lamentablemente, la vida dio una vuelta de tuerca a esta pareja, que se ha visto en la oblicación de tener que vender la casa. A Andrew se le diagnosticó displasia arritmogénica del ventrículo derecho/cardiomiopatía, una afección cardíaca rara que puede aumentar el riesgo de paro cardíaco repentino o muerte. Esta enfermedad le ha llevado a limitar la actividad física que realiza, por lo que no puede afrontar el trabajo físico que supone gestionar una granja

Fotografías | Vincent Proost y Duarte Bibar

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