La Estación Internacional de Canfranc está situada en un lugar privilegiado, en el corazón del Pirineo Aragonés. Se empezó a construir en 1915 para convertirse en un paso fronterizo entre Francia y España, dentro de una impresionante obra de ingeniería que supuso transformar por completo este tramo del valle del río Aragón.
En 1928, la estación fue inaugurada por el rey Alfonso XIII y por el presidente de la República Francesa Gaston Doumergue, convirtiéndose en la segunda estación de Europa, y en una de las terminales más bonitas e impresionantes de toda España gracias a sus 241 metros de longitud, y al estilo modernista de un edificio que sigue modelos de la arquitectura palacial francesa del siglo XIX,
En la década de los años 30 vivió sus años de esplendor, con media estación que era francesa, y media estación española. Durante la II Guerra Mundial, vio pasar a judíos que escapaban de la barbarie nazi.
Poco a poco, el tráfico ferroviario fue cayendo, hasta que en 1970, un accidente en el lado francés provocó el cierre de la línea férrea, y el abandono casi total de la estación. Tan solo se mantuvo el tráfico entre Zaragoza-Huesca a Canfranc, con un tren antediluviano. Y la estación comenzó un proceso de abandono que la llevó casi a la ruina, para pasmo de cuantos pasaban por allí.
De estación abandonada a hotel de lujo
Por suerte, ese abandono ha llegado a su fin, y la vieja estación internacional de Canfranc ha cobrado nueva vida como hotel de cinco estrellas Gran Lujo de la cadena Barceló. El Royal Hideaway Hotel Canfranc Estación, que así se llama este hotel, es el resultado de unas largas obras que se han encargado de recuperar el edificio, respetando espacios históricos como el antiguo vestíbulo, y adaptarlo a los nuevos usos hosteleros.
El nuevo hotel tiene 104 habitaciones, y en su transformación, se han creado espacios cálidos y elegantes, en los que se fusionan sutiles elementos art déco, que recuerdan las épocas de esplendor de la estación. Los guiños a ese pasado ferroviario están presentes en todo el edificio.
El interiorismo lleva la firma de Ilmio Design, con una deco que se inspira en la estética de las grandes estaciones y de los lujosos trenes de largo recorrido de principios del siglo XX, aunque aportando el toque contemporáneo.
En el diseño se mezclan materiales nobles como la madera y el latón, además de tejidos y tonalidades que recuerdan a los años 20 del siglo XX, como el terciopelo en tonos verdes, petróleos y beige, haciendo un claro guiño a la cultura popular aragonesa y a los trajes tradicionales de la zona. Ya que hablamos de trajes, la vestimenta del personal del hotel ha sido creada por el diseñador Nacho Lamar, ganador del Premio Nacional de la Moda para Jóvenes Diseñadores en 2021.
En el diseño son protagonistas materiales nobles como la madera y el latón, además de tejidos y tonalidades inspiradas en los años veinte del siglo pasado. como el terciopelo en tonos beiges, verdes y petróleos, haciendo un claro guiño a la cultura popular aragonesa y a los trajes tradicionales de la zona.
Al margen del interiorismo, el proyecto de rehabilitación se encargó de recuperar los elementos arquitectónicos y ornamentales originales, tanto en el interior del edificio, como en el exterior. Fuera, destaca especialmente la recuperación de la impresionante marquesina metálica que envuelve el edificio de 25o metros de largo y 12 de ancho. También se han recuperado los colores originales en la marquesina, en las carpinterías o en la propia fachada, o las lámparas originales con motivos florales que cuelgan de las paredes del vestíbulo.
En el interior, el histórico y grandioso vestíbulo alberga la recepción del hotel, además de zonas comunes para uso de los alojados. Pero además, este espacio es de tránsito público para que los turistas puedan conocer la grandeza de este lugar, siendo zona de tránsito hacia la parte posterior y la estación de ferrocarril de nueva construcción.
El proyecto gastronómico del hotel está liderado por dos referentes de la alta cocina en Huesca, Eduardo Salanova y Ana Acín, los propietarios de los restaurantes ‘La Venta del Sotón’ y ‘Espacio N’, galardonados con una estrella Michelin.
En la planta baja del hotel, además del spa, hay un bar/cafetería que recuerdan a un vagón de tren, una biblioteca que es una coctelería, y un restaurante. En el exterior, en la antigua playa de vías de las estación, hay dos vagones históricos recuperados que acogerán en breve un restaurante gastronómico, y otro a la carta. La decoración de los vagones sigue el estilo clásico de los trenes de la primera mitad del siglo XX.
Fotos | Grupo Barceló y Decoesfera
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