En el recibidor de casa tengo un pequeño buzón de hierro en el que solemos dejar las cartas aún no abiertas por su destinatario. Es una pieza ornamental, comprada con esa intención, pero siempre he echado en falta una pieza real que haya pasado años cambiando de inquilinos, en la que hayan entrado y salido mil y una cartas.
Algo tienen los buzones que nos vuelven locos. Quizá sea el misterio y las historias que han albergado en su interior las que los hagan tan atractivos, o sencillamente la posibilidad de ofrecer un servicio útil dentro del hogar, como lugar donde almacenar la correspondencia para toda la familia o como pequeño mueble para guardar llaves.
Estos son los usos que han dado a dos viejos buzones encontrados en la basura en el blog Dumbo, Sin apenas cambiar su aspecto, tan solo aplicando una buena limpieza y una mano de pintura en el armazón, dejando la puerta con el acabado metálico original. Para diferenciarlos dejaron bien claras sus funciones, colocando una tarjeta en la ventanilla dedicada otrora a la dirección, dibujada a mano sobre papel color beige.
Si encontráis alguno de estos buzones en un contenedor al pie de una casa en obras, pensad un momento en las posibilidades que estos tienen y en las múltiples interpretaciones que podéis hacer jugando con los colores de las pinturas y etiquetas. No os desaniméis por su estado, una lija puede hacer milagros, y las cerraduras se pueden sustituir por otras nuevas si ese es vuestro deseo. Yo sigo buscando el mío, sé que está en alguna escalera de vecinos esperando nuestro momento.
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