¡Ya tengo nueva casa! Empecé buscando un poco por curiosidad, por ver cómo estaba el mercado y fantasear un rato, pero me fue entrando el gusanillo, y como los precios en mi ciudad han bajado bastante, al final acabé buscando en serio.
Como ocurre siempre en estas cosas, tienes una idea en mente, y al final, acabas comprando algo que ni siquiera se te había pasado por la cabeza. De hecho, mi flamante piso lo visité de rebote, porque el agente inmobiliario se ofreció a enseñármelo mientras visitaba otro, y no cumplía casi ninguno de los requisitos que había establecido.
Puede que suene a tópico, pero fue un amor a primera vista. Tal vez es que me faltó el oxígeno tras subir cuatro pisos sin ascensor, pero seguro que tuvieron mucho más que ver los techos altos, los suelos de mosaico, la buena orientación y la distribución, un tanto fraccionada, pero muy racional y con mucho potencial.
La gente suele prestarle mucha atención a la ubicación, al número de habitaciones, a la cocina y el baño, pero no mucha se para a mirar cosas tan importantes como la orientación, la ventilación y, especialmente, la geometría, tanto del perímetro como de la estructura. Esto no es baladí, porque es una de las pocas que no podemos cambiar, así que una geometría sencilla y racional, como esta, es todo un hallazgo.
Seguro que viendo el plano, muchos ya habéis empezado a pensar en qué haríais con el piso. Sobre todo porque las habitaciones resultan un poco pequeñas para lo que es habitual hoy en día, y pide a gritos unificar algunas de ellas para crear espacios más grandes.
Pensad, pensad, que en breve os enseñaré mis planes, a ver qué os parecen. Mientras tanto, vamos a dar un paseo por mi nueva casa en su estado original, prácticamente idéntico a cuando se construyó en 1954.
En la primera imagen, habéis visto el salón, que da a la calle, orientado a norte. No es muy grande, poco más de 12 metros cuadrados, aunque al ser cuadrado, se puede aprovechar bastante bien. Además, está cerca de la entrada y tiene un pequeño cuarto al lado, por lo que en caso de necesidad se puede ampliar fácilmente.
Lo que actualmente es el comedor —la imagen sobre estas líneas— está en la otra punta de la casa, orientado a sur con una gran ventana que da a un enorme patio de manzana. El suelo es igual que el del salón, a cuadros de un color rojo teja, combinado con cuadros más pequeños blancos. El mismo suelo une ambas estancias a través del pasillo.
En la cocina es donde más se nota que es una casa muy antigua. Lo primero que llama la atención es un fregadero de rudo cemento, desgastado por los años, con un banco en ele a juego. Completa el conjunto una cocina a gas independiente y poco más. Todo aderezado con un alicatado blanco bastante bonito, sólo que no llega al techo, y la pared restante presenta una pintura plástica brillante poco atractiva.
El baño ha sufrido una reforma “reciente”, así que el suelo, que es horrible, no es el original. Los azulejos, en un gris marengo muy bonito, sí que lo son, pero el conjunto es poco atractivo, a causa principalmente de una mala distribución. No es un baño impracticable, como lo es la cocina, pero pide una reforma a gritos igualmente.
El resto de la casa lo componen dos habitaciones pequeñas más, de unos seis metros cuadrados cada una —una a sur, y otra al patio interior—, más otra doble que da al norte, a la calle. Todas ellas están unidas por un pasillo más bien corto, que recorre la casa desde el recibidor hasta el comedor del fondo, pasando por el baño y la cocina.
Una de las cosas que más me gustaron de la casa desde el primer momento fueron los techos altos y los suelos de mosaico hidráulico. Los techos altos dan amplitud, así como la posibilidad de aprovechar más el espacio con grandes armarios y estanterías.
Los suelos de mosaico, aunque discretos, son un trocito de la historia, un recuerdo de cómo se hacían las casas antes. Pueden plantear un problema a la hora de redistribuir el piso, pero bien aprovechados, permiten organizar espacios más grandes creando zonas delimitadas por sus figuras, y además, le da un seña de identidad única a la decoración.
Como veis, se trata de una casa muy antigua, no demasiado grande (65 metros cuadrados útiles), y a la que se le nota haber sido construida con cierta modestia. Sin embargo, conserva un punto de ángel, o al menos eso me pareció a mi. Me sentí como un restaurador que encuentra una pieza antigua hecha polvo, pero que es capaz de ver su belleza más allá de su apariencia actual.
Técnicamente, con unos apaños en la cocina, se podría entrar a vivir, pero los espacios pequeños, unido al estado del piso, hacen que resulte un poco deprimente por momentos. Sin embargo, la abundancia de luz —todas las habitaciones menos una dan a la calle o al gran patio de manzana— y la posibilidad de unir varias estancias para crear otras mayores, hacen que con muy poco, se puedan conseguir grandes cambios.
En eso consistirá lo que vanidosamente he llamado Proyecto Minue; reformar mi nueva casa y decorarla a mi gusto, tratando de sacar todo el potencial que esconde tras 50 años viendo pasar el tiempo. Por el camino, os iré contando mis desventuras con las obras, los trámites administrativos necesarios y todas las ideas que fluyen por mi cabeza. Y al final, como no, un antes y después que ilustre el gran cambio.
¡Espero que os guste!
En Decoesfera | Proyecto Minue
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