Cuando uno piensa en un chalet a las afueras, se imagina una casa de dos pisos, con su porche, su tejado inclinado, su garaje, sus celosías, sus ventanas abuhardilladas y sus miradores. Al menos eso es lo habitual, e incluso me arriesgaría a afirmar que es a lo que aspira un alto porcentaje de la gente.
Pero siempre hay alguien que reniega de lo convencional y quiere algo diferente, sin buscar la extravagancia, sino la delicadeza, la integración con el entorno, los espacios agradables y la luz.
Una de esas personas fue Ellis-Miller, que decidió construir un chalet minimalista inspirado en las obras de grandes de nuestra era como Mies Van der Rohe y en el estilo marcado por las Case Study Houses de mediados del siglo pasado.
La casa, de una única planta, está situada en Prickwillow, una zona residencial cerca de Cambridge, en el Reino Unido. Se trata de un volumen de pequeñas dimensiones (12 × 8 metros) construido casi en su totalidad por acero y vidrio, salvo los muro de ladrillo que delimitan la propiedad. Una combinación ganadora que ya pudimos ver en la casa del desierto de Richard Neutra y que ayuda a integrar la edificación con el entorno.
La entrada principal es un gran porche que hace las veces de garaje. De ahí se puede acceder bien a la cocina o bien al salón, la estancia principal. Un sencillo mueble que no llega al techo hace las veces de aparador y separa la zona de estar del comedor, que también puede servir como habitación de invitados.
El mobiliario del salón y el comedor tiene un marcado acento retro, especialmente por las sillas y butacas escogidas, entre las que cabe destacar las 4 sillas Swan de Arne Jacobsen, en un color rojo que contrasta con el blanco lacado de la mesa circular que rodean.
Me gusta la combinación de la luz, las paredes blancas, el suelo de madera y las vistas tamizadas de los árboles del jardín. Se crea un ambiente tranquilo y relajado, con la sensación protegido en el interior de casa pero disfrutando de lo mejor del exterior.
En la cocina y en el dormitorio se sigue la estética marcada por el salón. En el dormitorio predomina el blanco, que está presente en todas partes, solamente salpicado por los colores intensos del cuadro abstracto sobre la cama. Las vistas en este caso son al jardín posterior que da a grandes prados de pasto, por lo que la intimidad está garantizada.
La cocina se ha decorado combinando azulejos blancos, puertas en madera clara, una encimera negra y apliques en acero inoxidable. Aunque no se ve en las fotos, es bastante amplia, con sitio para colocar una mesa de desayuno o incluso de comedor, pues las vistas y el amplio ventanal la convierten en un lugar tan agradable para cocinar como para comer.
Como veis, una casa sencilla en las formas y en la decoración, pero que tiene todo lo necesario para ser un lugar agradable donde vivir. Si es que a veces menos es más.
Por cierto ¿Os habéis fijado? No se ha perdido ni un centímetro en pasillos y distribuidores pero se ha conseguido una transición gradual desde el espacio exterior hasta el espacio más privado. Así, para llegar al dormitorio hay que pasar por el porche, el salón y la salita, cada vez espacios más pequeños e íntimos.
Si os ha gustado, se vende por unos 215.000 euros, un montón de las antiguas pesetas.
Vía | Retro to Go
Más información | The Modern House State
En Decoesfera | Casas que inspiran: Townhouse
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