Tengo un pequeño dilema con las puertas y ventanas viejas de mi nueva casa: no sé que hacer con ellas. Ahora mismo están pintadas —y repintadas— de blanco. No están muy sucias, pero tampoco les vendría mal una nueva capa de pintura, lo que pasa es que claro, eso haría que probablemente los mecanismos funcionaran peor aún de lo que ya lo hacen.
Estaba yo barruntando este asunto cuando me encontré con la casa de la diseñadora Merav Sade y sus preciosas puertas de madera vieja, burdamente decapadas para remover la pintura anterior, y claro, me enamoré. Perdidamente, que es como se suele enamorar uno.
A lo mejor es la luz, o el resto de la decoración, pero a mi me parece que esas puertas han conseguido convertirse en el alma de la casa, en su seña de identidad. No en vano la propia decoradora reconoce que esas puertas son lo que más le gusta de su casa.
¡Bien! Ya sé lo que quiero. En un mundo ideal ahora cerraría los ojos y mis puertas y ventanas se librarían de esa triste pintura blanca que las recubre para convertirse en algo tan deliciosamente natural como las de las imágenes. Pero me temo que por más que abro y cierro los ojos, eso no ocurre, ni siquiera deseándolo con todas mis fuerzas.
El caso es que le comenté la idea a mi madre, ya muy curtida en mil batallas y muchas casas vividas. Me miró con cara de estupefacción a la vez que pronunciaba unas palabras que resultaron desoladoras: “Estas loco”. Luego matizó que no era por querer esas puertas tan bonitas, sino porque decapar la pintura es una empresa de proporciones bíblicas.
Esgrimí en mi defensa que había visto en varias tiendas de bricolaje productos que prometían quitar la pintura como si de polvo sobre la mesa se tratara, pero en su tesón por desanimarme insistió en que tal extremo era muy poco cierto, y que decapar la pintura de un mueble o una puerta no se lo recomendaría ni a su peor enemigo. Amén de que luego habría que barnizarlas, claro.
Así que aquí me encuentro. En la disyuntiva entre hacerle caso a mi madre y limpiar a conciencia las puertas y ventanas blancas que ya tengo (en realidad, puerta solo queda una), que tampoco es que sea el fin del mundo, o echarle valor y tiempo y recuperar la madera que debe de haber tras varias capas de pintura.
Un punto que me echa bastante hacia atrás, es el hecho de que la cara exterior de mis ventanas debería dejarla blanca, que es como son todas las ventanas de la fachada de mi edificio. Y al abrirlas se verían blancas por un lado, y sin pintura por el otro.
¿Qué opinais vosotros?¿Creéis que merece la pena el esfuerzo o también os gustan las ventanas blancas?
Imagenes | Design Milk
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