Cuando el invierno se instala, la casa se convierte en un refugio donde pasar esos días interminables de lluvia y las tardes de invierno de manta y sofá. Sin embargo, no siempre resulta tan cálida como debería, incluso con la calefacción encendida.
La buena noticia es que aumentar la sensación térmica no depende únicamente del termostato. A través del diseño interior, los materiales y la forma en que habitamos los espacios, es posible ganar varios grados de confort sin incrementar el gasto energético. Porque la decoración, bien entendida, también abriga.
El suelo como base de una casa más cálida
Gran parte de la sensación de frío proviene del contacto directo con el suelo. Cuando estamos en casa, pasamos la mayor parte del tiempo en calcetines y los materiales duros y fríos, como la cerámica o la piedra, tienden a robar calor al cuerpo, especialmente en invierno.
Frente a ellos, los pavimentos de madera, corcho o laminados aportan una sensación más templada y confortable. Y si no es viable cambiar el suelo, las alfombras se convierten en grandes aliadas, cuanto más gruesas y naturales, mejor. Colocadas en zonas de paso y descanso, no solo aíslan del frío, sino que transforman el espacio visual y térmicamente.
Vestir la casa con textiles que abrigan
Así como nos abrigamos con varias capas de ropa, la casa también necesita vestirse en invierno. Y en este contexto, los textiles juegan un papel fundamental en la conservación del calor como las cortinas espesas ayudan a evitar que el frío de las ventanas invada el interior, especialmente al caer la noche.
En cuanto a lo sofás, sillones y camas, ganan confort cuando se acompañan de cojines, mantas y tapicerías envolventes. Estos elementos no elevan la temperatura real, pero sí la percibida, creando una atmósfera más acogedora y amable.
Colores que aportan calidez
El color influye directamente en cómo sentimos un espacio. Los tonos cálidos evocan refugio y bienestar, mientras que los colores fríos suelen asociarse a ambientes más invernales. Introducir gamas tierra, beige, arena, caramelo o terracota en paredes, muebles o accesorios contribuye a una sensación visual de mayor calidez.
Pequeños gestos que evitan la pérdida de calor
Muchas viviendas pierden calor por puntos casi imperceptibles como las rendijas en ventanas, puertas mal ajustadas o cajas de persianas sin aislamiento. Solucionar estos detalles es una de las formas más eficaces de ganar grados sin gastar energía extra. Burletes, cortinas térmicas o paneles decorativos aislantes pueden marcar una diferencia notable. Son intervenciones discretas, económicas y muy efectivas que mejoran el confort de manera inmediata.
Reorganizar los espacios en invierno
La distribución del mobiliario también influye en la sensación térmica. Colocar zonas de descanso cerca de paredes exteriores o corrientes de aire puede aumentar la sensación de frío. En invierno, conviene crear ambientes más recogidos y compactos, donde el calor corporal y ambiental se concentre mejor. Rincones de lectura, salones más cerrados o comedores bien delimitados ayudan a que la casa se sienta más cálida y habitable durante los meses fríos.
El poder de la iluminación
La iluminación tiene un impacto directo en el confort emocional y térmico. Las luces blancas y frías pueden hacer que un espacio resulte más distante, mientras que una iluminación cálida genera una atmósfera acogedora que invita a quedarse. Apostar por bombillas de tonos cálidos, luz indirecta y varios puntos de iluminación repartidos por la estancia, mejora la percepción del espacio y refuerza la sensación de abrigo.
Fotografía de portada | Bea Rodriguez
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