Restaurante Ramses, decorado por Philippe Starck

Restaurante Ramses, decorado por Philippe Starck
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Hace un par de meses tuvimos la oportunidad de asistir a un evento en el que el protagonista absoluto fue Philippe Starck, un verdadero genio del diseño, y como nos demostró con su discurso, brillante en todos los aspectos de su vida. Aquel evento tuvo lugar en el restaurante Ramses, un enclave único no solo por su gran espacio y excelente ubicación, sino porque la decoración ha corrido a cargo del propio Starck.

No puede evitar tomar unas imágenes para compartirlas con todos vosotros, para que podáis soñar con este ambiente tan peculiar, lleno de contrastes, que mezcla lo antiguo con lo moderno, lo refinado con lo descarnado. El lugar está situado en un lugar privilegiado de la capital madrileña, la Plaza de la Independencia, teniendo como principal paisaje la Puerta de Alcalá. Un panorama exterior de lujo y renombre da paso a una mezcla rabiosa de ambientes, marcados por un denominador común: el genio de Philippe Starck.

Las obras del restaurante se prolongaron durante dos años, tiempo en el que Starck estuvo inmerso en el proyecto, que además contó con la mano del artista Luis Urculo, que inundó con sus ideogramas desde las pizarras hasta la carta de la sala, y la dirección de la obra estuvo a cargo de Julio Touza & Asociados.

Cocktail

El universo de Starck se plasma en Ramses con un estilo que bebe del barroco y el kistch sin perder el toque refinado y elegante, un aura que unifica todo el espacio dándole una difícil pero conseguida linea de continuidad.

La entrada al establecimiento se realiza directamente de la calle al Cocktail bar, un espacio blanco y rectangular en el que la estrella es una impresionante barra que no solo ocupa el centro, sino que es el corazón de la estancia. Está concebida como una enorme mesa que oculta parcialmente los equipamientos que dan servicio al bar, terminando de cara al cliente en un tablero que apoya al suelo mediante unas largas patas.

Vestida de negro y cuajada por sinuosos motivos, está rematada en los extremos por molduras doradas, y permite un asiento confortable, ya que deja un buen espacio volado para acomodar las piernas. Alrededor bailan unos taburetes concebidos como sillas de largas patas, con respaldos y brazos.

Ramses

El resto del espacio se llena de claridad en unas paredes elegantemente paneladas que disfrutan de una buena iluminación gracias a los ventanales que se abren sobre la plaza de día, y a los focos y apliques que descansan en el suelo, por la noche.

En la pared opuesta a entrada, unos balaustres plateados separan el Cocktail bar del Petit, un espacio que se vuelve más industrial, combinando el mobiliario estilizado y afrancesado con muros de ladrillo vivo, grafittis, negras paredes en las que se dibujan las obras de Urculo, combinadas con otras de sedoso brillo. En una de las paredes se abre una gruta bajo un arco de ladrillo, otro de los rincones mágicos y misteriosos de este espacio.

Escalera

La escalera que da acceso al Bistró, en la planta superior es suntuosa e impresionante, bajar por ella es deslizarse por unos escalones que con gusto pisaría Gloria Swanson. Las paredes que guardan el ascenso están tapizadas en capitoné, como queriendo amortiguar el paso, la barandilla serpentea en plata mientras nos sentimos acogidos y seguros, pues hay algo en este tramo que lo convierte en un vientre acogedor.

Ramses

Detalle

El Bistró, paradójicamente, es claridad, locura y serenidad. La luz y el color blanco dan una necesaria unidad a una mezcla de mobiliario loca y bien dosificada. Un entramado de banquetas, mesas, largos manteles, taburetes y butacas forma un cuerpo central con cuatro mesas. Pieles de vaca se combinan con finas telas, dorados y rosas viejos, candelabros y unos blancos manteles que ponen el punto de sencillez y equilibrio.

Alrededor de este punto, varias mesas se contonean coquetas con sillones imposibles, agrupando a su alrededor diferentes diseños, y repitiendo las inmaculadas paredes paneladas que vimos en el Cocktail bar.

Ramses

A sus espaldas se esconden gratas sorpresas, salas en las que poder tener una cena privada, con su equipamiento completo (una cocina preparada junto a una gran mesa). Este espacio me resultó muy especial y lleno de posibilidades, con una mezcla de estilo industrial y clásico muy sugestiva. Las sillas lucen un tapizado de tosco acabado, y dos grandes lámparas de fábrica desiguales iluminan la reunión. Unos cortinones dan intimidad a esta sala en la que todo es posible.

Cocina y comedor

En resumen, un espacio para dejarse sorprender y en el que es imprescindible entrar sin prejuicios y dejar que cada estancia nos inunde del espíritu genial y travieso de Philippe Starck.

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