No cabe duda que construir edificios en zonas sísmicas es todo un reto tecnológico y arquitectónico para lograr crear una estructura eficiente, funcional y atractiva. En la década de los años sesenta el arquitecto mexicano Rocardo Legorreta llevo el proyecto conocido bajo el nombre de Edificio Celanece. Una torre de oficinas que necesitaba ser moderna, para su época, funcional y sobre todo que resista una de las particularidades de la zona, los terremotos.
Con estos criterios en mente Legorreta diseñó lo que se convertiría décadas más tarde en todo un símbolo de la arquitectura contemporánea mexicana. Construido en 1968, esta obra arquitectónica presenta un aspecto elegante y sorprendente para su época. Construido alrededor de una gran columna concreto, tal una verdadera columna vertebral, todo el resto de la construcción ha sido ensamblada alrededor de este punto fijo que lo sostiene. Esta misma columna es el único punto de anclaje de todo el edificio al suelo.
A partir de esa pieza central el resto del edificio se va desarrollando con una ligereza sorprendente y fascinante para la época. Después de más de cincuenta años, toda la estructura guarda cierto aire de modernismo que le ha permitido sobrevivir el paso de los años y sobre todo el paso de dos terribles terremotos que han sacudido la Ciudad de México, el de 1985 y el más reciente de 2017.
En ambos casos el sistema de anclaje al suelo mediante una columna central y la ligereza de los demás elementos del edificio han jugado sin dudas un papel importante en la supervivencia de toda la estructura. Para lograr dicho cometido, el arquitecto utilizó una serie de armaduras y tensores de acero que parten de la columna central hacia el exterior. Así la resistencia de toda la construcción ha sido garantizada.
El su interior, se ha provechado la misma ligereza de la estructura para privilegiar amplios espacios de trabajo. Y a pesar que en el momento de su construcción todavía no estábamos en la era del “open space” como rey de los espacios de oficina, el flujo de luz y aire es impresionante. Grandes ventanales ofrecen la vista hacia la ciudad desde adentro y permiten a la luz bañar los pisos de manera permanente y fluida.
El diseño interior igualmente muy moderno para la época estuvo a cargo del arquitecto José Villagrán quien demostró tener una verdadera sensibilidad y casi una visión futurista de lo que sería la norma de los edificios de oficinas en las décadas posteriores. Con prácticamente ningún muro intermedio, el espacio interior ofrece grandes superficies, claras y armónicas, llenas de luz.
Desde la calle, el edificio Celanese puede parecer un verdadero desafío para la física ya que sus 12 pisos no tocan el suelo a primera vista. Como un tótem suspendido en el aire ha visto pasar los años y las décadas de una ciudad tumultuosa y muy propensa a borrar las edificaciones más antiguas para dar paso a lo moderno.
No cabe duda que el Edificio Celanese representa un gran trabajo de realización técnica que sigue sorprendiéndonos para la época en la que fue construido. Un gran ejemplo de cómo la arquitectura moderna bien hecha puede trascender el paso del tiempo y convertirse en referente universal de un trabajo bien hecho.
Imágenes | Legorreta + Legorreta