¿Merece la pena quitar el gotelé? Es una pregunta que me hice antes de empezar la obra del proyecto minue, y la respuesta que obtuve de mi fuero interno era que no, que no era para tanto, que se podía vivir con él y que quitarlo iba a ser más tiempo y más dinero. Me había convencido a mi mismo, y hasta era feliz pensando que había logrado dominar mi frenesí reformador.
Pero todo cambió una mañana de sábado, en la que fuimos a ver cómo iba todo, porque el obrero me comentó que se pasaría a retocar algunas paredes para que no se desprendieran al pintar, y estucar aquello que ya lo hubiera hecho. El caso es que se ve que la pintura anterior no estaba en muy buen estado, y de un par de paredes, había saltado mucha superficie, dejándose entrever el acabado liso original, en colores pastel.
No os lo vais a creer, pero la visión que me hizo cambiar de opinión, fue la siguiente.
Lo sé, estoy como un cencerro. Pero fue vislumbrar la pared lisa que había detrás de tanto gotelé, y mi mente juguetona se imaginó todo el piso liso y uniforme. Os prometo que me entraron ganas de coger la rasqueta y empezar a levantar toda esa pintura odiosa, pero me contuve.
Como quien no quiere la cosa, le pregunté al obrero si era mucho trabajo rascar y arreglar aquello, y no puso cara de hacerle mucha ilusión, así que aplaqué mis ansias y salimos de allí. Bajé las escaleras con el gusanillo de que no estaba tomando la decisión correcta, pero mis pies seguían llevándome hacía la calle, aunque apenas llegué a pisarla. Al salir del portal, miré a mi novia, ella me miró también y me dijo: “anda sube”.
Así que subí los cuatro pisos saltando los escalones de dos en dos, le dije al obrero que me presupuestara arreglarme las paredes y, tras unas angustiosas horas de espera y un poco de negociación, ya estaba tomada la decisión. Me iba a salir la cosa por un millar de euros, un poco más de pintura (porque hubo que dar más capas) y dos semanas de retraso, pero os aseguro que ha merecido la pena quitar el gotelé.
Las fotos del móvil no le hacen justicia, pero podéis juzgar por vosotros mismos.
Obviamente, también influye el hecho de que el gotelé que había también necesitaba una mano de pintura, pero el cambio en la percepción de los planos es sustancial, y sobre todo, agradece mucho haberse desprendido de algo que ocultaba la belleza original de las paredes.
No sé, igual exagero, pero para mi es una de las cosas que más ha transformado el piso, como si lo hubiera liberado de algo que lo ataba a un pasado rancio y oscuro. Ahora todo queda mucho mejor, los suelos destacan más y las ventanas de madera cobran un protagonismo que antes le robaba la textura de la pared.
Como podréis imaginar, si ahora me volvieran a preguntar si merece la pena quitarse el gotelé, mi respuesta sería un rotundo y categórico SÍ. Y si encima contáis con un obrero aplicado y muy detallista como el mío, que ha conseguido dejar las paredes que parecen hechas de placas de yeso, pues ya ni os cuento. Gracias Cornelio.
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