El jardín en cuestión está encajado entre un muro de ladrillo a un lado y un separador de madera al otro y parecía condenado al olvido. Con baldosas antiguas, sin coherencia visual y sin ningún elemento decorativo que lo hiciera acogedor, era una zona de paso más que un lugar para disfrutar. Pero una transformación bien pensada lo ha convertido en un verdadero refugio al aire libre.
El primer gran cambio llegó con el suelo. Las baldosas originales se ocultaron bajo un pavimento autoinstalable efecto madera en tono gris, que aporta calidez sin perder modernidad. Hacia la parte trasera del jardín, se colocó césped artificial, logrando una transición natural y agradable entre las dos zonas, de la manera más rápida y sencilla y simplificando el mantenimiento.
Cada área se ha amueblado con una función clara. En la zona de césped, se ha instalado una mesa con asientos para crear un rincón perfecto para comidas al aire libre o tardes de café. En el otro lado, sobre el nuevo suelo, un gran sofá de exterior invita al descanso. Esta distribución en dos ambientes convierte el espacio en un pequeño pero práctico salón-jardín.
La ambientación se completa con una cuidada selección de detalles: luces colgadas que transforman el ambiente por la noche, plantas y arbustos estratégicamente colocados junto al muro de ladrillo para dar vida y color y otros elementos decorativos como la chimenea de exterior, que aportan carácter al conjunto.
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