Casa Decor es un gran contenedor de contrastes, donde podemos pasar, con tan solo cruzar un quicio, de un ambiente a otro diametralmente opuesto. Quizá en esta edición de Casa Decor Madrid 2009, el patio interior sea el espacio que ofrece un juego de diferencias más sorprendente.
Ubicado en la planta baja y extendido a casi la totalidad de los pisos gracias a su pared vegetal, es un remanso de delicadeza al que accedemos desde la cafetería, decorada al estilo garaje, de manera que una vez dejamos atrás las columnas de neumáticos de esta, entramos en un mundo de olores y texturas que nos sumerge en un tiempo detenido, haciéndonos olvidar el pasado.
Proyectado y decorado por Frédéric d'Oultremont, Armelle Fenouil y Alfonso Imedio, anticuarios con sede en el rastro madrileño, este es un espacio que dignifica la zona más denostada de las casas, el patio, que solo sirve para ventilar y dar luz a las habitaciones interiores, y aquí toma protagonismo, convertido en una zona de sutil importancia. La otrora triste columna vertebral del edificio, esa que nadie admira, es ahora un pulmón sobre el que vibran sus alcobas.
El color blanco que baña las paredes y las piedras que cubren el suelo, purifican este pequeño espacio de planta irregular, casi un triángulo. El aspecto decadente se ha potenciado dejando sin alisar algunos desconchones, cuyo aspecto solo se ve mitigado por una capa de limpia pintura.
Las ventanas están cubiertas por tablones de madera que las sellan, elementos que se han aprovechado e integrado en la decoración también a través de la pintura. El suelo, cubierto de marmolina blanca, proporciona una base serena que nos hace pensar que nos encontramos en un espacio de exterior.
La vegetación tiene un peso muy importante, sobre el suelo descansan grandes ejemplares de un verde intenso que refrescan y dan un toque cuidadamente salvaje. Una planta de flores rosas de gran tamaño da un necesario pincelada de color y delicadeza.
Volviendo al vista al cielo, vemos el corazón del edificio, la espina dorsal sobre la que se distribuye y que se halla cubierta de una pared vegetal que sube hasta el cielo, que se adivina lejano.
El mobiliario, a lo sumo dos consolas de pie de hierro, soportan varias esculturas clásicas que se recortan sobre sendos espejos. A sus pies, varias copas de terracota que complementan el ambiente a la perfección. En el centro, unas pocas mesas de café invitan a la tertulia y el relax.
El remate teatral lo pone la gran lámpara colgante que parece suspendida de la nada. Un estupendo ejemplar de metal que capta la atención. La iluminación indirecta está muy cuidada para resaltar y ofrecer un punto más de magia en este refrescante y relajante espacio.
Da pena volver sobre nuestros pasos y abandonar este pequeño triángulo de paz. Aquí podríamos meditar y reflexionar durante horas...
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