Matt Richmond, diseñador norteamericano amante de las antigüedades, pero creador de modernas lineas de mobiliario, ha venido a resolver mi problema con los aparatos tecnológicamente superiores pero que no combinan en absoluto con el interiorismo de mi casa.
Matt, me voy a permitir llamarle Matt, encontró un viejo cuerno de gramófono de la marca Magnavox (fechado en 1920 o sea vintage, muy Gran Gatsby que ahora está tan de moda), en una tienda de antigüedades, y se le ocurrió que sería el perfecto altavoz portátil para su iPhone.
Una preciosa base maciza de nogal, envejecida por la pátina del tiempo y tallada a mano, y las leyes de la acústica han hecho el resto. Matt ha conseguido la eficiencia acústica maximizada, es decir, amplificar el sonido.
No sé si alguna vez habéis metido un iPhone en una copa de balón, el resultado es el mismo (por favor no me preguntéis cómo llegó el iPhone en cuestión hasta la copa).
La base no está conectada a ningún sitio ni lleva pilas. Es el propio sonido ayudado por el cuerno el que es capaz llenar una habitación. Sin cables antiestéticos, ni siquiera cerca de un enchufe, que yo suelo ocultar tras muebles, jarrones o cortinas. Sólo un bonito altavoz de gramófono vintage y tu música preferida.
¿Quien podría resistirse al iPhone Gramophone de Matt Richmond?
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