Hoy nos adentramos, buscando inspiración, en La Casa la Roca que se sitúa al norte de Barcelona, a escasa media hora de la ciudad. La parcela se encuentra en una ladera frente al mar, con un paisaje frondoso típico de bosque mediterráneo donde predominan pinos, encinas y alcornoques de gran porte.
El proyecto nace del respeto máximo al entorno donde se ubica. La riqueza de la orografía es fundamental para la generación e implantación de la vivienda. La volumetría de la casa adquiere un aspecto másico y pesante en relación a la conexión con el terreno del que emerge: un gran basamento de piedra autóctona se funde con la montaña y forman un solo elemento.
El movimiento de los volúmenes viene definido por la ubicación de los árboles singulares existentes, que se mantienen y envuelven la casa. El solar cuenta con una roca que emerge del terreno y ofrece una posición privilegiada, desde este punto se obtienen las mejores vistas al horizonte.
En torno a esta roca se organiza la vivienda: la piscina adquiere un lugar protagonista donde el peñasco emerge del agua y la tonalidad azul marino se funde con el mar. Para reforzar el concepto de integración paisajística todos los colores, texturas y la gama cromática de la materialidad se mimetizan con las tonalidades del entorno.
El basamento de mampostería se trabaja como en las construcciones típicas del Maresme y se utiliza una piedra de la zona. El hormigón se tiñe de marrón para dar continuidad a la parte pétrea. Las maderas utilizadas son oscuras en el exterior para integrarse con los troncos de los árboles y aportar durabilidad, mientras que en el interior son luminosas y más suaves.
En este proyecto adquiere gran importancia el plan paisajístico. El jardín se concibe como un campo integrado en el bosque litoral mediterráneo, que incluye una paleta de especies típicas del Mediterráneo escogidas por su estructura, textura o floración. Dicha floración se elige siguiendo la gama cromática de la casa por sus colores anaranjadas y ocres, que armonizan con las maderas, los aceros y la piedra. Se generan diversos grados de espacios exteriores donde la vegetación se apropia del espacio tales como patios, jardines, miradores o la cubierta vegetal.
Finalmente, en cuanto al acceso peatonal a la vivienda, este se ubica en la planta primera, a través de un largo voladizo que recoge al visitante. En este nivel se ubican las estancias de día y el dormitorio principal. Se trata de una planta diáfana que se abre a la dualidad del paisaje: por un lado, la presencia del horizonte inunda el espacio interior y por otro, el bosque mediterráneo refresca y refuerza la conexión inmediata al entorno.
Más información | Ramón Esteve