El otro día nos quedamos todos un poco anonadados con la primera parte de el apartamento de Lauren Santo Domingo, la conocida editora de la revista Vogue. Hoy vamos a visitar la zona más intima de la casa, donde veremos la salita, un despacho-vestidor, un baño y el despacho de su marido, que es un pequeño reducto friki dentro de la exclusividad que se respira en todos los ambientes.
En la imagen podemos ver Lauren sentada en el sofá de su sala de televisión, bajo un dos cuadros de Warhol (no sabemos si original o copia) representando al líder comunista Mao.
Me gusta la buena combinación de diferentes estampados geométricos y colores terrosos que ha conseguido entre el papel pintado, el sofá y el ejército de cojines que hay sobre éste.
También es interesante la colorida colección de botellas y jarrones de vidrio que hay en la repisa de una de las ventanas, a través de los cuales se cuelan los rayos del sol creando un efecto similar al que producen las vidrieras en las catedrales, solo que a menor escala.
Cotilleando un poco, nos enteramos que está transformando poco a poco el cuarto para adaptarlo al bebé que espera para Abril. De momento ha sustituido la tele por una cuna y también tiene planeado retirar los cuadros de Mao porque no los considera muy adecuados para la habitación de un bebé.
Desde la sala pasamos a la estancia de la que más orgullosa parece estar nuestra famosa neoyorquina. Se trata de un despacho que hace también las veces de vestidor. Una extraña mezcla de funciones que da lugar a un espacio un tanto anárquico, en el que los zapatos lucen al fondo de lo que se supone que es un espacio para trabajar.
Sobre la mesa, diseño de Jonathan Adler, se acumulan unos cuantos objetos que jamás tendría sobre una mesa de despacho, sobre todo el gran jarrón plateado con flores que ocupa un valiosísimo espacio, dada la cantidad de papeles, libros y revistas que acumula sobre la mesa, supongo que como fuente de inspiración.
El baño es probablemente uno de los espacios menos llamativos del apartamento, pues está decorado con colores ocres bastante discretos, aunque tampoco faltan los detalles que lo hacen ligeramente excéntrico, sobre todo el extraño cuadro de Aurel Schmidt, que es una cara sonriente dibujada con plátanos y colillas.
Tampoco me ha pasado desapercibida la gran bandeja con un millón de cremas y potingues varios que se puede ver al fondo (y también un frasco enorme de Channel nº5). La propia Lauren se justifica diciendo que se está pasando a los productos cosméticos orgánicos y que ahora mismo esta probando muchos diferentes.
Por último, querría enseñaros la "pequeña" estantería que su marido tiene repleta de vinilos --símbolo de ser cool hoy en día-- así como un estante lleno de juguetes, probablemente muchos de coleccionista.
Tampoco me gustaría dejar de mencionar que el perro que acechaba el otro día tras la mesita del salón es una escultura en bronce que E. Cunningham hizo de su perro Georgi por encargo de su marido, como regalo de su segundo aniversario de bodas.
En definitiva, al apartamento de Laurent Santo Domingo no le falta de nada (y eso que no hemos visto el dormitorio) y que a pesar de la extraña mezcla de estilos y la gran cantidad de objetos un tanto ostentosos y estrambóticos resulta bastante acogedor.
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