El gresite es un revestimiento cerámico muy empleado en decoración. Su hábitat natural es, además de las piscinas, el baño y la cocina, pues es donde suele haber superficies que alicatar. Entre sus mayores virtudes, la más valorada por los arquitectos y diseñadores, es su flexibilidad, pues al ser piezas muy pequeñas no solo permite revestir superficies curvas, sino que, como sus dimensiones son ligeramente variables, nunca hace falta cortar ninguna pieza.
También ofrece muchas opciones a la hora de combinar piezas de diferentes colores para crear superficies más ricas cromáticamente o incluso, para los más atrevidos, mosaicos con motivos decorativos. Sin embargo, esta posibilidad puede desembocar en decisiones poco acertadas, como los baños sobre estas líneas, que son un claro ejemplo de cómo no usar gresite en el baño.
No es que el resultado no sea atractivo visualmente, que lo es, pero tal vez su diseñador, David Clovers, podía haber limitado su buena combinación de colores a un número menor de superficies, evitando especialmente el suelo, que al estar revestido igual que las paredes, crea una sensación global de desasosiego y angustia que se podría haber evitado.
Imágenes vía | Design Milk
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