El mundo de las cisternas empotradas era bastante desconocido para mi hasta que hace poco decidí investigar y escribir sobre las ventajas e inconvenientes de los inodoros suspendidos, que inexorablemente llevan asociada una de estas cisternas, además de un sistema de sujeción específico.
Claro que esa investigación, lejos de aclarar mis dudas, no hizo más que aumentarlas. Me preocupaba especialmente el mantenimiento, ya que se trata de mecanismos que antes o después necesitan ser reparados o sustituidos, aunque sea para cambiar una goma.
A raíz de dicho post, la gente de Geberit, una importante empresa europea de cisternas empotradas, me ofreció visitar sus instalaciones, para que pudiera aclarar todas mis dudas de primera mano. Así que allí que me fui, y ahora tengo respuestas para todo lo que quise saber y nunca me atreví a preguntar. Sobre cisternas empotradas, claro.
¿Son caras?
Aunque el precio no siempre es un factor determinante, con los tiempos que corren, es algo que estaba en mi mente desde el primer momento. La respuesta es clara: no son caras, aunque tampoco baratas. Los precios comienzan en 150 euros (con pulsador incluido) para las de inodoro a suelo, hasta los 250-300 para inodoros suspendidos, más luego el incremento de coste en la instalación, que puede rondar los 50 o 100 euros.
A esto habría que añadir el coste del inodoro, que al no llevar cisterna es más económico. Si optamos por la opción a suelo, la cosa podría quedarse en unos 300 o 350 euros. Comparado con un inodoro de gama media (200 euros), es caro, aunque en cuanto nos ponemos un poco más selectos, viene a salir igual de precio, y el acabado estético no admite comparación.
¿Son difíciles de instalar?
Este es otro punto delicado. Me preocupaba mucho encontrar a alguien capaz de realizar una instalación con garantías, y que no me pidiera el oro y el moro por hacerme una chapuza. Viendo los vídeos de la instalación, parece tan sencillo que casi le dan ganas a uno de coger y ponerse a montarla. He sufrido muebles más difíciles de ensamblar.
Bromas a un lado, es algo que cualquier profesional mínimamente cualificado sería capaz de hacer sin demasiado esfuerzo. Además, ofrecen cursos gratuitos para instaladores, así que en ese sentido, tranquilidad absoluta.
¿Cómo se realiza el mantenimiento?
Este era mi gran temor, cómo realizar el mantenimiento. Pues bien, tras montar y desmontar personalmente dos de las cisternas que tenían allí instaladas —con su muro y todo— puedo aseguraros que la mía de casa —de las de toda la vida— es más difícil e inaccesible que esas.
Desde el pulsador, que se retira con un sencillo gesto, tenemos acceso a todos los mecanismos a través de una gran apertura, que permite manejarnos con cierta soltura y comodidad. Además de unas instrucciones precisas en la tapa, tienen un sistema de colores por el cual todas las piezas azules son las que hay que mover, así no hay posibilidad de intentar mover algo que no debemos y cargárnoslo.
Se nota que está todo pensado al detalle, para que el mantenimiento habitual o la sustitución de alguna junta no suponga un suplicio o, peor aún, una obra.
¿Dónde puedo ponerlas?
Esta es otra cuestión muy importante, pues siempre había pensado que era necesario un muro especialmente ancho para poder instalar una cisterna empotrada, pero esto no es cierto del todo, hay situaciones en las que nos hará ahorrar mucho espacio.
La versión más estrecha tiene ocho centímetros de ancho —solo vale para inodoros a suelo—, lo que nos permite colocarla por los pelos en un tabique del 7, teniendo en cuenta los márgenes que nos ofrecen los enfoscados. Personalmente solo haría esto en un tabique del 12 (los de medianera doble) o en uno del 7 si éste fuera la hoja interior de un muro doble de fachada, pero poderse, se puede.
Los modelos para inodoros suspendidos necesitan 12 centímetros de espesor, lo que ya suele llevarnos a tener que desdoblar un tabique para colocarla, aunque podemos aprovecharlo para llevar las nuevas instalaciones por dentro de este nuevo tabique —y así poder mover el inodoro de sitio sin esas horribles mochetas— o crear una repisa a media altura que nos sirva de estante.
Conclusión: ¿Merecen la pena las cisternas empotradas?
Esta es la pregunta más complicada, pues aúna todas las anteriores. Mi opinión es que hay que tener las cisternas empotradas muy en cuenta a la hora de diseñar un baño, pues además de ser una solución mucho más estética, puede ahorrarnos espacio o hacernos aprovecharlo mejor, con un coste ridículamente superior.
Sin embargo, no conviene obsesionarse con colocarlas, porque no siempre son la mejor solución, aunque siempre exista una solución utilizando cisternas empotradas. A veces todo encaja mejor con un inodoro convencional.
Espero haber resuelto las dudas que pudierais tener con respecto a las cisternas empotradas. Si me he dejado alguna que os inquiete, o queréis comentar alguna experiencia personal, me encantará intentar resolverla y, como siempre, aprender de vosotros.
Más información | Geberit
En Decoesfera | Inodoros y bidets suspendidos: ventajas e inconvenientes
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