Todos los estudios que se realizan sobre felicidad afirman que vivir en una casa limpia y organizada ayuda a mejorar nuestro bienestar y a ser más felices. De hecho, hay una gran diferencia entre volver a casa tras un largo día de trabajo y encontrarte una casa sucia y desordenada, y regresar y encontrarte todo limpio y recogido. Eso, influye de forma positiva en nuestro estado de ánimo.
Para poder disfrutar de ese bienestar y de esa sensación de paz, tan solo hay que mantener una serie de hábitos que comparten las personas más felices. Se trata de hacer pequeñas cosas todos los días, y que no nos generen demasiado estrés a la hora de realizarlas, algo que sí que suele suceder cuando tenemos que afrontar una limpieza general o hacer el cambio de armario.
Ese tipo de pequeños hábitos que hacemos a diario para limpiar o tener recogida la casa mejoran el bienestar emocional y aumentan la sensación de control de nuestras vidas. Y entre todos esos hábitos, hay uno que sobresale por encima de todos: se trata de hacer la cama por la mañana.
El hábito que influye en la productividad y en nuestro estado de ánimo
Nunca entenderé a esas personas que pueden salir de casa con la cama sin hacer. A mí particularmente, dejar la cama sin hacer me supone un estrés mental que me cuesta superar. La imagen de la cama deshecha me taladra la cabeza todo el día, y el momento de la vuelta a casa y encontrar la cama sin hacer y los cojines en el suelo me genera una sensación de desasosiego tremenda. Y aunque teletrabaje, sucede lo mismo. Por mucho que cierre la puerta del dormitorio, sé que la cama sin hacer está ahí, esperando a que la haga.
Pensaba que esto era una manía que me perseguía, una de esas manías que todos tenemos. Y que las personas, al igual que sucede con debates como el de la tortilla de patatas con o sin cebolla, nos dividimos en dos bandos: los obsesos como yo que son incapaces de comenzar el día sin hacer la cama, y los que salen de casa sin hacerla y sin mirar atrás.
Pero resulta que la ciencia dice que no, que hacer la cama todas las mañanas influye en la felicidad y en nuestro bienestar. De hecho, hay muchos psicólogos que asocian el hecho de hacer la cama a primera hora con personas activas y que organizan bien su tiempo y sus tareas.
Para William H. McRaven , autor del libro Hazte la cama y otros pequeños hábitos que cambiarán tu vida y el mundo (14,15 euros en El Corte Inglés), explica que hacer la cama al punto de la mañana alienta a realizar otras tareas, mejorando así la productividad. Y Charles Duhigg, en su libro, The Power of Habit, abunda en la idea de que hacer la cama por las mañanas ayuda a mejorar la productividad, a cumplir objetivos y a tener una mayor sensación de bienestar.
No hacer la cama también puede repercutir en la salud física
Pero además, hacer la cama no solo repercute en nuestro bienestar mental. También repercute en la salud física. Para empezar, hacer la cama implica una rutina de sacudir y ventilar las sábanas a diario, evitando así que se acumule polvo, pelos, restos de piel muerta, ácaros...
Además, si te acuestas con la cama deshecha, puede que hayas ahorrado tiempo por no hacerla. Pero no disfrutarás de un sueño reparador, ya que las arrugas que se van generando en las camas sin hacer pueden generar puntos de presión en la espalda, lo que puede acabar con problemas de cervicalgia o incluso tortícolis, además de levantarte como si no hubieras descansado lo suficiente.
Por otro lado, cubrir las sábanas y el almohadón con la colcha evita que el polvo se acumule en los tejidos que entran en contacto con nuestro cuerpo, y en especial, con la cara.
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