La semana pasada, hablando con un amigo a propósito del frío del invierno, me hacía una pregunta que me parecía estupenda. Decía que en su casa del pueblo tenía una chimenea de las de toda la vida: el fuego tiraba bien y los rescoldos podían aguantar perfectamente toda la noche, haciendo que las mañanas sean más agradables. Sus padres habían decidido instalar una serie de calefactores de aire caliente tanto en el salón donde estaba la chimenea como en el resto de habitaciones, que cuando había fuego estaban templadas pero no tanto como con el nuevo sistema.
Mi amigo tenía la duda de si merecía la pena encender la chimenea o por el contrario era más adecuado utilizar la instalación eléctrica. Mi contestación fue tajante: siempre que puedas, utiliza la calefacción eléctrica pero siempre respetando las directrices de mantener el termostato por debajo de los 24 grados en invierno aunque haya que usar jerseys para estar en casa.
La chimenea, aunque a priori sea “lo más natural” encierra varios problemas, tanto de tipo ecológico como de optimización de recursos. En primer lugar, tenéis que pensar en el tipo de combustible que usa y que, si no queréis que huela mal, suele ser madera. La madera es un elemento fundamental en los bosques y el uso de maderas para encender fuegos trae la destrucción de un ecosistema. Es posible que os digáis a vosotros mismos “total si por unos leños…” pero lo cierto es que las calefacciones eléctricas (que también contaminan) están fabricadas para optimizar el combustible. Es decir, a igual cantidad de calor gastan mucho menos material y permiten un uso más sostenible.
Por lo tanto, os recomiendo que sigáis los consejos que os hemos ido dando en el especial frío: aislar, elegir los aparatos más efectivos y que, si podéis, que renunciéis a la chimenea para que los bosques nos duren más tiempo.
Imagen vía | Apartment Therapy
En Decoesfera | Invierno 2008
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