No sé si os pasa que en decoración a veces vemos maravillosos espacios donde te mudarías a vivir y otros igualmente maravillosos donde lo que no te puedes imaginar es a nadie viviendo ahí. Eso es lo que me pasa con esas casas donde el minimalísmo es casi una religión y está llevado al extremo.
Espacios donde no hay ni un cuadro, grandes explanadas de mármol blanco, sin alfombras, muebles de obra también de mármol, apenas dos cuadritos que se pierden en unos muros altisimos totalmente blancos. Y pequeños recuerdos de que hay un mundo lejos de la frialdad de la piedra, una escultura de madera, una mesa y varios bancos/escalones.
Miro y remiro el espacio y me encanta. Imagino el placer del robot aspirador al no encontrar en su camino nada que lo moleste, ni flecos de alfombras, ni jarrones, ni veladores...nada. Me encanta este salón, pero soy incapaz de imaginarme comodamente en él. ¿Y vosotros?
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