Para mí, septiembre es un mes de renovación, una vuelta a la rutina alentada por cambios y novedades. El verano pasa por mi casa como un huracán que la vuelve del revés. Las vacaciones reunen en el hogar a toda la familia y las labores domésticas se reducen a lo imprescindible, lo que prima es el descanso. Pero tras tanta holganza llega la incorporación a escuelas y trabajos, y la casa queda sumida en un estado de letargo mientras pide a gritos un poco de orden.
Habitación tras habitación la casa se va organizando poco a poco en este mes tan agradable, con el verano languideciendo y el otoño llamando a la puerta. Hoy toca ordenar el salón, núcleo de la vida familiar.
La primera misión es dejar el salón libre de polvo. No nos limitaremos a quitarlo con un paño, sino que realizaremos una limpieza a fondo con un producto adecuado para cada superficie. En este caso, un spray para la madera y un limpiador general para la librería. Retiraremos los adornos y los limpiaremos cuidadosamente. Aspiraremos el polvo de los libros utilizando una boquilla apropiada y los reordenaremos. Revisaremos los objetos decorativos eliminando todo aquello que no nos diga nada, estorbe o produzca efecto de acumulación y desorden.
Los sofás son testigos mudos de un devenir de días, sufriendo en sus carnes el peso de la familia, nunca mejor dicho; por ello hay que prestarles especial atención. Es necesario aplicar una buena aspiración. Si asiento y respaldo se componen de piezas independientes, retiraremos estas para poder limpiar a fondo la estructura. Los sofás son auténticos sacos sin fondo, además de tragarse pequeños tesoros también acumulan gran cantidad de suciedad. Aspiraremos también los respaldos y asientos, con una boquilla especial para eliminar ácaros.
Si se trata de una pieza desenfundable, lavaremos las fundas, y según el tipo de tejido las colocaremos ligeramente húmedas para que se adapten bien, o las plancharemos si presentan arrugas marcadas. Lavaremos también las fundas de los cojines y reemplazaremos aquellas que están gastadas o deterioradas. Sustituiremos los rellenos que estén rotos o apelmazados. Un pequeño gasto que renovará el ambiente.
Retiraremos las cortinas y las lavaremos, momento que aprovecharemos para limpiar concienzudamente cristales, persianas y marcos de las ventanas. Las lámparas acumulan mucha suciedad, por lo que les prestaremos especial atención, desmontándolas si es preciso. Y ya que miramos a las alturas, aprovecharemos para limpiar el techo (sobre todo las esquinas) con un plumero extensible o aspirando si se dispone de un tubo lo suficientemente largo.
Las puertas agradecerán una buena limpieza con un producto adecuado a estas, según sean pintadas, lacadas o de madera. Sacaremos brillo a los pomos y comprobaremos que los goznes no chirríen, en cuyo caso los engrasaremos con un lubricante. Es un buen momento para llevar las alfombras a limpiar a un establecimiento especializado. Muchos de ellos realizan la recogida y entrega a domicilio, lo que nos evitará incómodos desplazamientos.
Ya va siendo hora de dedicar un buen rato al suelo. Eliminaremos todo residuo con el aspirador, utilizando una boquilla estrecha para quitar el polvo de los zócalos. Una vez terminada esta tarea pasaremos la fregona un par de veces, utilizando un limpiador adecuado para cada tipo de suelo. Si es parqué aceptará un lavado con agua caliente y vinagre que le devolverá un brillo muy natural.
A estas alturas la habitación desprende ya un olor a limpio muy agradable y su aspecto es ordenado y pulcro. Encendemos la luz para contemplarlo en plenitud y... vemos que hemos olvidado un detalle: limpiar los interruptores.
Algunos modelos se desmontan fácilmente, lo que permite limpiarlos a fondo. Un toque de aspirador en la caja interior eliminará polvo y otros residuos. El marco y las demás piezas se pueden lavar con agua y jabón, aplicando un buen secado antes de volver a colocarlos.
Y ahora sí, encendemos la luz y... a disfrutar.
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