Motel One, todo lo que necesito en un hotel y nada más

Motel One, todo lo que necesito en un hotel y nada más
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Tras mi decepción con los hoteles de lujo, tenía yo ganas de hospedarme en un hotel que reflejara mi forma de entender el diseño en el mundo de la hostelería. Motel One aúna todo lo que necesito en un hotel y nada más, porque se libra de todo lo innecesario.

De hecho, no es ni un hotel, sino un motel, pues no dispone de caja fuerte, ni minibar, ni servicio de habitaciones, ni de lavandería, ni teléfono... ni esas cosas que ya nadie usa pero que son las que dan estrellas.

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Sin embargo, Motel One es casi la encarnación del hotel perfecto para mi. Un hotel con un diseño moderno y desenfadado, sin ser ni demasiado sobrio ni demasiado llamativo --algo que representan muy bien sus colores corporativos, el marrón y el turquesa-- con un precio ajustado (unos 69 euros la noche) que varía solo ligeramente en función de la ubicación, pues todos ofrecen siempre la misma experiencia en sus habitaciones.

Con motivo de la entrega de los Red Dot Awards, tuve la oportunidad de hospedarme en uno de los hoteles de esta cadena alemana con hoteles en todas las grandes urbes germanas y algunas europeas, concretamente en el de la ciudad de Essen, que está situado en pleno casco antiguo, en un edificio típico de los años 60 o 70.

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Nada más entrar nos encontramos con una amplia y luminosa recepción, presidida por una gran barra de madera y acompañada por uno de los iconos de la franquicia, la Egg Chair de Arne Jacobsen tapizada en turquesa. Ese mismo color encontraremos en la alfombra de la entrada y en algunos detalles de la habitación.

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Tras subir por el ascensor --aunque lo realmente bonito son las escaleras-- y cruzar un largo pasillo en el que destacan las viejas puertas de acero y ¿cobre? que, al igual que la escalera, aún se conservan tras la restauración, llegamos a nuestra habitación.

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Las habitaciones son pequeñas, pero luminosas y agradables. No hay armario y el baño es también muy pequeño, pero pronto descubres que todo está pensado al detalle y que, al menos para mi, es la habitación de hotel perfecta.

Aunque, como digo, no tiene armario, sí ofrece unas estanterías al lado de la cama, así como dos percheros para colgar la ropa. El baño, a pesar de ser diminuto, tiene una ducha grande, un lavabo cómodo de usar, un inodoro y un espejo, todo con un diseño y unos materiales muy cuidados, con granito para la encimera y Corian para el lavabo y el suelo de la ducha.

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El resto del mobiliario lo componen dos camas con un gran cabecero de madera y una bonita lámpara de lectura cada una, un pequeño sillón, un taburete, una mesa ligera que se puede mover y una televisión. De nuevo todo tiene un diseño acorde y buenos materiales: la televisión es Loewe, la mesa de madera y acero, un buen colchón, sábanas de algodón egipcio y edredones ligeros de plumas.

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Tal vez ande desencaminado y esto no es lo que quiere el resto de la gente, pero Motel One es todo lo que necesito en un hotel. Una habitación de diseño pero sin pretensiones, un precio ajustado dada la ubicación, wifi gratis y un trato amable en la recepción. Todo lo demás no lo quiero pagar, porque nunca lo usaré.

Por cierto, hay una cosa del diseño que no me gusta nada nada, ¿sabríais adivinar cuál?

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