Los hoteles de lujo ya no son lo que eran, o en su defecto, nunca fueron lo que creí que eran, aunque también puede ser que mi mente plebeya no alcance a ver la belleza de estos hoteles, pero me vais a permitir que descarte este último punto, que si no me quedo sin tema para escribir.
El caso es que de un tiempo a esta parte he tenido la oportunidad de alojarme en dos hoteles de cinco estrellas con fama mundial. Por un lado, el Fairmont Montecarlo, situado en pleno corazón de tan elitista distrito monegasco --los amantes de la fórmula 1 seguro que reconocéis la curva de Loews en la foto-- y por el otro, el Ritz-Carlton de Berlin, en Postdamer Platz.
Fairmont Montecarlo
Llegar a un hotel como el Fairmont Montecarlo impresiona. Prácticamente está construido sobre el mar, y bajo él hay un túnel por el que pasan los coches, parte también del trazado del circuito urbano, así que uno se imagina un interior a todo lujo, acorde con la ubicación y las estrellas de la placa en la puerta.
Ya en la recepción te das cuenta que el estilo reinante no es precisamente minimalista, que predominan las maderas oscuras, los dorados, las moquetas... Pero bueno, no pasa nada, es normal que hayan escogido un estilo más clásico, sinónimo de nobleza y clase. Sin embargo, imaginaos la cara que se me quedó al abrir la puerta de la habitación y encontrarme esto:
Por un momento pensé que la puerta era en realidad un portal espacio-temporal que me había transportado a un apartamento de benidorm de los años 70, o con suerte a una colonia británica en las Bahamas, aunque para eso le faltaba naturalidad.
No sé, igual estoy exagerando, pero es que aún se me cae el alma al suelo cuando vuelvo a mirar las fotografías, y eso que en directo era peor, porque se notaba la poca calidad de los materiales empleados y dolía más aún en los ojos el verde pastel de la moqueta y los colores indescriptibles de las cortinas.
Teóricamente el hotel ha sido recientemente renovado --se nota en la pérgola de la entrada y las zonas comunes-- así que es de suponer que las habitaciones también, pero la verdad es que daba la impresión de que aquella decoración pertenecía a otra época, pero sin el encanto que tiene lo vintage. Con todo el respeto, simplemente era rancio.
Tampoco conviene dejar de mencionar que mi habitación era la más sencilla de todo el hotel --si bien eso no debería ser excusa-- y que las suites y habitaciones superiores tenían una decoración ligeramente mejor, aunque como podéis comprobar en la imagen, tampoco es como para tirar cohetes. Eso sí, las vistas del mar desde el restaurante eran espectaculares.
Hotel Ritz-Carlton de Berlín
El hotel Ritz-Carlton de Berlín está situado en una ubicación envidiable: justo enfrente de Postdamer Platz, en el corazón de la ciudad, entre el este y el oeste, a unos minutos andando de la puerta de Brandenburgo, del Kulturforum y de la maravillosa Neue Gallerie de Mies.
Ocupa al completo un edificio precioso de estilo Art Déco, así que podéis haceros una idea de lo alto que había puesto las expectativas, y lo dolorosa que fue la caída desde las alturas.
Hay que admitir que la habitación del Ritz-Carlton entra dentro de lo aceptable. No es que sea fea en sentido alguno, simplemente es una estancia enorme decorada sin gusto alguno, porque aunque yo sea más devoto del Movimiento Moderno, sé apreciar una buena decoración clásica, y esta, de nuevo, solo vuelve a ser rancia.
Estoy seguro de que mi cada vez más efímera juventud tiene mucho que ver con que piense que los hoteles de lujo ya no son lo que eran, y que tal vez el título debería haber sido "los hoteles de lujo son lo que eran", porque al menos estos dos no parecen haber cambiado nada, siguen anclados en un concepto del lujo que ya no se estila.
Afortunadamente, existen muchas agradables excepciones, como por ejemplo el Hotel Hacienda Zorita en Salamanca o el Hotel Mercer en Barcelona, por citar dos.
Imagen | Robef en Flickr En Decoesfera | ¡Qué me arresten! Una antigua cárcel convertida en hotel de lujo
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