Buscar un hotel de diseño que esté en la playa es complicado. Como las meigas, haberlos haylos, pero encontrar uno en el que no haya que empeñar algún organo vital para pasar unos días tiene su mérito. El hotel Belroy en Benidorm viene a demostrar que el diseño no está reñido con la playa.
Situado en segunda línea de playa, a sólo un par de minutos de la arena y menos de diez andando del casco antiguo de la ciudad, este hotel deja claro su diseño desde la fachada, que llama la atención por el contraste entre el negro de la estructura y el blanco del interior de las terrazas.
Si hubiéramos pagado el suplemento correspondiente, podríamos haber disfrutar de alguna de las suites con vistas al mar, pero como marzo no es precisamente temporada alta, nos tocó una gran habitación esquinera con unos ventanales enormes que daban al mar, la montaña y la piscina del hotel.
Como podéis imaginar, en cuanto corremos las cortinas la luz inunda esta amplia estancia con el característico color que el sol sólo tiene en la playa. Ayudan también los tonos claros del resto de superficies, donde predomina el blanco de las paredes y el crema de los suelos.
Un punto muy positivo, más allá de la luz, las vistas y la gran terraza, es que el suelo es de mármol --así como el cabecero--, infinitamente más adecuado para un hotel de playa que las moquetas que he encontrado en muchos otros.
También hay que destacar el diseño de los muebles. Se ha huido de todo convencionalismo optando por mesitas que son sencillas baldas acabadas en roble, a juego con la mesita de centro que hay a los pies de la cama y el escritorio con el minibar. Alegre, minimalista y sin pretensiones.
Lo único que desentona un poco es el clásico mueble para las maletas, que con su contrachapado en gris y negro y su aspecto un tanto raído, desluce ligeramente el conjunto final de la habitación.
Precisamente gris es también el baño, con el suelo y las paredes en cemento pulido. Lo más interesante es el lavabo de Corian y el espejo corrido, así como una bañera rectangular de diseño (que no se ve en la foto). Sin embargo, faltaba un poco de luz, y el espacio no resultaba del todo conseguido.
No obstante, a pesar de estos pequeños detalles negativos, el hotel Belroy es una auténtica joya en Benidorm. Con cuatro estrellas y un precio similar a los equivalentes de la zona --cuyas fotos me producían urticaria-- es probablemente el hotel más bonito de playa en el que he estado. Sin querer ser pretencioso, resulta en un lugar muy agradable en el que pasar unos días junto al mar.
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