El otro día contaba en Directo al Paladar la historia de la cerveza Pilsner Urquell, la primera rubia del mundo, originaria de la ciudad de Pilsen, en la República Checa. Justo enfrente de la fábrica casi bicentenaria (cumple ahora 170 años) se situa el Hotel Angelo, que tiene las mejores vistas del mundo, siempre que seas un amante de la cerveza, claro.
La foto de la mencionada fábrica está hecha desde la habitación en la que pasé la noche, y además desde otros puntos del hotel se puede ver también el resto de la ciudad, con sus skyline dominado por un bonito campanario, además de la preciosa torre de agua de la fábrica y sus chimeneas de ladrillo.
Pero dejemos las vistas a un lado y centrémonos en la decoración del hotel, que es lo que nos interesa.
El hotel Angelo es un hotel de reciente construcción, con un estilo moderno y desenfadado, en el que predominan los colores cálidos, como el naranja, el amarillo y el rojo. Esto le confiere un toque alegre que se agradece mucho, cansados como estamos de hoteles sobrios decorados en wengué.
De la recepción me encantaría destacar las grandes lámparas de tela, que podemos encontrar a lo largo de todos los espacios públicos. Me encanta cómo se han utilizado telas de diferentes tonos de amarillo y naranja, y su forma me recuerda a los farolillos de papel, remarcando el estilo festivo del espacio.
La habitación es un poco más sobria en cuanto a formas y distribución se refiere, pero sigue manteniendo la presencia de los colores, con un gran cabecero amarillo y detalles en rojo, tanto en las paredes como en el mobiliario, incluso el tapete de la mesa es del color de la pasión.
Una pena que tuviera que hacer la foto de noche, porque era realmente luminosa y agradable durante el día. Por la noche, como toda buena habitación de hotel, resultaba muy acogedora, con una iluminación ténue e indirecta. Nefasta para las fotos, perfecta para relajarse.
El baño, por contra, era un estallido de luz. El color había dado paso al blanco casi por completo, quedando como único vestigio una cenefa roja que nos recuerda que no hemos cambiado de hotel al ir al lavabo, y que la puerta del mismo no es un portal interdimensional.
Bromas aparte, este espacio tan blanco me resultó un poco demasiado aséptico e impersonal. Era cómodo, con una ducha amplia y una encimera oscura con mucho sitio donde dejar las cosas, pero no tenía ningún detalle decorativo y parecía más el baño de un motel, solo que nuevo y limpio.
Como último detalle, no querría dejar de enseñaros los sofás que había en la recepción, y que eran una especie de fusión extraña entre el clásico sillón Egg de Jacobsen y un sillón tradicional, todo rematado con un estampado negro y rojo que de una manera lejana me recordó a Miró.
A pesar del susto que me llevé con estos sillones, el hotel Angelo en Pilsen es un lugar más que agradable, con una decoración desenfadada y alegre, que nos hará disfrutar de la estancia y salir de allí con una sonrisa. El hecho de que me bebiera media fábrica de cerveza, no influyó en absoluto en mi felicidad.
Más información | Hotel Angelo en Pilsen
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