Como bien es conocido el coworking funciona ¡y tanto! Cada día son más los locales y empresas que prestan parte o la totalidad de sus sedes para crear un espacio común donde desarrollar una actividad. Pues bien esta idea es la que han trasladado Evans y John Talarico al concepto de unión familiar. Se trata de adecentar espacios vacios, antiguos y zonas olvidadas dentro de las ciudades, para sacarles el mayor rendimiento posible y esta vez no sólo para trabajar a su vez para residir.
Con cierta intranquilidad en la dinámica social de los jóvenes millennials que alquilan habitaciones en los extraradios de las ciudades o en casas particulares, en las que no fluye un vida social adaptada a sus necesidades, elaboran un plan estratégico. Junto con un ingeniero social crean una optativa bastante interesante, los grupos de compañeros de cuarto. Una idea fantástica en la que cada cual tiene su independencia y a su vez puede acceder a una vida relacional sana y sociable abandonando la desidia de las habitaciones marginadas.
Yendo un paso más allá han construido dentro de un edificio los dormitorios commonspace, los que significa dormitorios de uso común. Dentro del edificio se hacen reparticiones de 21 microunidades de habitaciones que se completan en su interior con cocina, baño, dormitorio y un espacio habitable de aproximadamente unos 28 metros cuadrados. Estas microunidades como ellos la denominan rodean las áreas comunes compartidas y compuestas por una cocina bastante más amplia y equipada, en comparación con la particular de cada habitación, una sala de juegos y una de televisión.
Los jóvenes tienen la oportunidad de estar sólos en sus dormitorios y mantener su privacidad, eligen estar solos sin estarlo al cien por cien. Los millennials permanecen solteros por más tiempo que las generaciones anteriores, creando un exceso de personas que todavía viven solas en apartamentos, en lugar de casarse y comprar casas, así que los solicitantes de este proyecto pasan por un proceso de selección ajustado a cada comunidad, llegando a comunicarse por canales de Slack o facebook. Estas vías sirven para comunicar posibles eventos en jardines, azoteas o pubs en los que organizar cenas y cierta vida compartida.
La idea resulta atractiva si además va complementada con un mobiliario adecuado que atrae a los residentes, suelen ser edificios de grandes ventanales, una por habitación, en las que el espacio parece aún mayor por su iluminación, el almacenamiento ha sido estudiado para ser limitado, se ha requerido este concepto para residentes que no poseen muchas pertenencias y se tendrán que registrar durante seis meses mínimo como opción de prueba. El coste de la idea principal ronda los 700€, bastante más económico, que cualquier alquiler actual en el centro de Syracuse (ciudad en el centro de Nueva York).
Otras opciones interesantes son las que también esperan alquilar como unidades dormitorio en Airbnb, para ofrecer otras opciones de arrendamiento. La idea principal se fusiona con el poder pagar y a su vez poder vivir, no sólo mantener lo material. De hecho los jóvenes de entre 25 y 34 años de edad suelen compartir habitaciones porque el precio de los alquileres ha subido y los salarios se han estancado. Mientras una parte de la población ha podido disfrutar de campus universitarios o residencias para estudiantes brillantes, Evans y Tolorico apuestan por estas comunidades de alquiler para que nadie se quede atrás.
Existen otras empresas como Fast Company que invitan a emprendedores a vivir en sus espacios compartidos en Boston, Nueva York... En España tenemos como espacios de coworking masivos a la empresa WeWork, que planea abrir sus espectativas hacia espacios de vida compartidos siguiendo la misma línea de los dos americanos.
Pero ninguna otra empresa ha combinado los espacios compartidos y las microunidades. Sin embargo, lo que hace que commonspace sea realmente diferente es su objetivo de ayudar a revitalizar el centro de una ciudad de Rust Belt, zona industrial, que lucha con algunas de las tasas más altas de pobreza en la nación. En ciudades como Syracuse, explica Evans, la gente se mudó a los suburbios a un ritmo alarmante, abandonando el centro de la ciudad. Evans vivió solo en un suburbio de Filadelfia después de la universidad y aún recuerda lo solitario que estaba, será por ello este empeño en considerar otros conceptos de vida urbana y colectiva.
Tenemos el ejemplo de grupos de personas con otra edad distinta a las anteriores, que por edad, exclusión o por sentirse solos, buscan la conexión con estos commospaces. Realmente el proyecto tiene dos intenciones en las necesidades actuales: una conlleva la restauración de ciertas partes avandonadas dentro de las ciudades y otra que abarca la psicológica en las que se define un tipo de vida distinto y canalizado hacia la conexión de una gran comunidad de vecinos en un edificio, y cuando quiera retirarse a su pequeña microcomunidad podrá hacerlo.
Una duda que a todos nos surge es el comportamiento en la comunidad, música fuerte, vecinos molestos... para todo ello las habitaciones han sido insonorizadas al extremo y la privacidad es tal que el edificio ha sido diseñado para gente introvertida que precisa de la máxima privacidad. Cuenta con un vigilante para moderar dispustas y tiene potestad para expulsar a cualquier persona que no sepa comportarse con normalidad.
Los estudios muestran que las personas en espacios de coworking son más felices y menos solitarias, y que su negocio aumenta debido a las conexiones que hacen allí, por lo cual los espacios para convivir pueden tener el mismo efecto. Cada vez más el trabajo y la vida cotidiana forma parte de la vida social y lo mejor de estos dos mundos es que tienes compañeros de habitación que llegan a ser más que eso. Este es el trasfondo del diseño fusionado con la sociedad real, para algunos un hogar lejos del hogar.
Fotos | The Atlantic, Nytimes, WeWork, Time
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