Hace un par de años me decidí a hacer un Belén dentro de una vieja caja de vinos, que en cada limpieza del trastero me suplicaba que no la tirara, bajo la promesa de que un día me sería útil. Y resultó ser cierto.
Todas las Navidades componía un pequeño nacimiento en una de las estanterías del salón, pero desde que mis gatos llegaron para dar más ternura a mi vida, el Belén se convirtió en un paisaje de guerra.
Varias veces al día se dedicaban a tirar las figuritas, revolver el serrín y cambiar de lugar el musgo artificial, por lo que estuve a punto de prescindir de él. Hasta que se me ocurrió crear un Belén fijo y plegable dentro del cual les fuera imposible entrar.
Bajé al trastero y allá estaba ella, llena de esperanza y confianza en mí, deseando ofrecerme un buen uso. La tomé entre mis manos y ella me devolvió un guiño. La subí a casa y empecé planificar el nacimiento.
La escena se desarrollaría en un taller de carpintero, y estaría dividida en tres niveles: calle, carpintería y tejado. Para dar una función a la tapa, en ella estarían colocados los Reyes Magos, que bajarían de una montaña. La idea ya estaba perfilada y solo quedaba hacerla realidad.
Para construir los pisos aproveché los separadores de las botellas. La planta de calle es donde está la entrada al taller, y aquí realicé una fachada de ladrillo hecha con material de maquetas. Para dar un poco de prespectiva a la calle, dejé un esquina libre y la pinté simulando el cielo. En el suelo, un pequeño camino cubierto de serrín conduce hacia la puerta.
En el segundo piso es donde está situado el misterio. Para simular un taller de carpintería apliqué un acabado rugoso a las paredes y las pinté de blanco. Coloqué una puerta en un rincón y rematé el piso con varias columnas de madera realizadas con pequeños listones. Compré varios aperos en miniatura para decorar las paredes y abrí varios agujeros para colocar puntos de luz, que cubrí con tejas.
Más arriba está el tejado, cubierto con pequeñas tejas sobre las cuales vigila un angelito. Los Reyes llegan por el otro lado, alojados en la tapa de la caja. Para hacer la montaña de la que bajan, utilicé unos restos de corcho decorativo. Un par de abetos y una estrella completan la escena.
Para iluminar la maqueta, hice agujeros por toda la superficie de la caja y coloqué en ellos las bombillas de unas pequeñas guirnaldas que funcionan a pilas, cuyos cajetines van pegados por detrás de la caja.
Y este es el Belén que ponemos en casa, muy cómodo, solo hay que abrirlo, cambiar las pilas y ya está preparado para lucir toda la Navidad. Los gatos solo se rascan de vez en cuando contra el corcho, parece que les gusta… al final todos hemos salido ganando.
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