La maestría en decoración se demuestra en gran manera en esos espacios casi desnudos que resultan mucho más efectivos de esta manera, y que si se adornaran hasta el extremo, resultarían vulgares, amén de recargados. La imagen que ilustra este post es un buen ejemplo de ello. Una pared desnuda, pintada en gris, que hace las veces de gran cabecero para la cama. Esta luce una lencería también sencilla, con un tono más oscuro de gris.
El punto de inflexión lo ponen los almohadones gigantes en color púrpura que enmarcan la cama, y los grandes flexos de acento vintage, que nacen como finos robots en ambos extremos de la pared. De esta manera, la pared dista mucho de pasar desapercibida aún estando desprovista de todo ornato.
La cama aparece sobre una tarima que a su vez funciona como soporte para libros y revistas. Más lejos, en el límite de la tarima, vemos una mesilla de madera de una sola pieza que aporta un acento natural, presente también en las vigas del techo. El conjunto resulta muy relajante, la ausencia de adornos superfluos engrandece el ambiente, que invita al relax.
Para reproducir un espacio parecido, hay que tener en cuenta la altura del techo, casi una exigencia; la importancia de las piezas (no vale con un flexo cualquiera), siendo recomendable una visita a rastros o mercadillos de viejo, y el uso de materiales naturales en la ropa de cama, con preferencia por el lino.
Vía | Vintage & Chic
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