Hay entradas de casa que hacen lo que pueden. Reciben, sí, pero también almacenan, acumulan y olvidan. No invitan a entrar, sino a pasar de largo. Por suerte, hay gente con talento que sabe cómo convertir un pasillo anodino en un lugar con encanto.
Los recibidores son como una primera cita. Si el impacto no es bueno, el resto del recorrido queda condicionado. Y eso lo sabe bien esta experta en decoración que ha compartido su truco para transformar el suyo con pocos elementos, pero mucha intención.
Con un gran espejo, encargado en una cristalería para conseguir exactamente la forma deseada, dos toques de madera y luz indirecta, el espacio cambia por completo. Ya no es un rincón sin alma, sino una carta de presentación con estilo propio. Todo pensado para que el equilibrio no se vea, pero se sienta.
Formas curvas
La clave está en la distribución. Evitar saturar, elegir muebles que respiren, y apostar por formas curvas o líneas suaves que inviten a moverse con fluidez. El banco, por ejemplo, no solo sirve para sentarse, sino que estructura el conjunto.
El espejo no es decorativo, es estratégico. Aporta amplitud, duplica la luz y permite al visitante ajustarse el pelo antes de entrar o salir. Si tiene marco de madera o negro mate, suma contraste sin saturar.
Las plantas también juegan su papel. Mejor si son de hoja grande o en maceta elevada, porque aportan verticalidad. En este recibidor, una variedad resistente ayuda a reforzar la calidez sin exigir mantenimiento.
La iluminación indirecta suaviza el conjunto. Nada de lámparas agresivas ni downlights fríos. Una tira LED bien colocada o una lámpara de mesa con luz cálida hace que el espacio resulte acogedor al instante.
El resultado es claro: orden, armonía y un toque personal. No hace falta tirar paredes para mejorar una casa. A veces, basta con empezar por la entrada.Foto |
Foto | @decobymaggie/Tik Tok
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