Estamos en época de verano, de vacaciones, de relax... Así que nos vamos hasta la Comunidad Valencia para conocer uno de los últimos trabajos del arquitecto Ramón Esteve en la localidad de Alboraya, con una casa que mete la huerta en la ciudad. La vivienda ocupa la esquina de una manzana que es fronteriza entre la trama urbana de esta ciudad situada a las puertas de Valencia, y las extensas huertas de hortalizas y de chufas que dan fama a esta localidad.
Precisamente, esa situación fronteriza entre campo y ciudad es una de las principales señas de identidad de este edificio que consta de tres plantas, un ático y un sótano, diseñado para que esté íntimamente ligada con el entorno, tanto por los principios de sostenibilidad con los que ha sido levantado, como por los espacios para contemplar desde el interior las huertas que rodean la ciudad, respetando eso sí, la intimidad de los habitantes de la casa.
En lo que respecta a la fachada, está ha sido proyectada inspirándose en el juego de materiales y texturas que recuerdan a las parcelaciones típicas de las huertas, combinando unos grandes paños blancos de krion junto a elementos de madera.
Para salvaguardar la intimidad de los habitantes de la casa sin perder sus privilegiadas vistas, el equipo de Ramón Esteve ha instalado unas lamas motorizadas de Krion blanco en el exterior que cuando se abren muestran el interior de la madera, un material que también ha sido usado en las puertas de acceso a la vivienda, en las balconadas del edificio y en la gran terraza mirador de la última planta de esta construcción.
Con esta solución de las láminas se protege la intimidad de las aperturas más cercanas a la calle, mientras que en la segunda planta, en la que se encuentra el salón, hay una gran cristalera para poder disfrutar de las vistas sobre la huerta valenciana.
Otro de los elementos más característicos de este edificio es sin duda la cubierta a cuatro aguas que busca reforzar la envolvente abstracta de la vivienda, y a la que se le han sustraído dos volúmenes para dejar espacio a la terraza y al patio, aprovechando así el espacio y proporcionando intimidad mientras se cena o se toma el sol en este privilegiado lugar.
En el interior, y tal y como sucede en el exterior, contrastan los tonos blancos y claros con los oscuros, mediante paredes y techos en blanco para potenciar la luminosidad, combinados con los tableros de madera de iroko en armarios y en algunas paredes y techos.
Además de las cristaleras hacia el exterior, la casa se estructura en torno a un patio interior que cuenta con un muro vegetal para iluminar el interior de la casa, además de para oxigenar y refrescar el ambiente de cada una de las plantas del edificio.
Más información | Ramón Esteve
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