En La Moraleja, una de las zonas residenciales más exclusivas de Madrid, se alza Villa DANA, una vivienda passivhaus que parece cuestionar todo lo que creíamos saber sobre el confort doméstico. En pleno invierno, con temperaturas exteriores cercanas a cero, la casa se mantiene a 22 ºC constantes, sin una sola máquina de climatización en funcionamiento.
No es magia, es arquitectura pasiva de nueva generación. Passivhaus (o casa pasiva) es un estándar de construcción nacido en Alemania a finales de los años 80 que busca crear edificios extremadamente eficientes, capaces de mantener una temperatura interior confortable sin necesidad de calefacción ni aire acondicionado convencionales.
Una casa que se autorregula
La responsable de este logro es la arquitecta Lourdes Treviño, directora de Freehand Arquitectura, cuya visión se resume en una frase contundente: "Si la envolvente está bien diseñada, la casa se autorregula. No hace falta climatización". Su planteamiento parte de un principio fundamental, antes de instalar más tecnología, hay que diseñar mejor.
En Villa DANA, la clave está en una envolvente hermética, sin fugas térmicas, combinada con un sistema de ventilación mecánica con recuperación de calor, capaz de mantener la calidad del aire sin sacrificar la temperatura interior. El resultado es un hogar sin picos de frío ni de calor, libre de ruidos y, sobre todo, liberado de las facturas desorbitadas de energía. Treviño lo explica con una imagen simple y poderosa: "Es como una cueva". "No gastará prácticamente nada de energía una vez construida, siendo completamente autosuficiente", declara la experta.
Arquitectura pasiva: una corriente que va más allá del ahorro
Si hace unos años apostar por una “casa pasiva” era casi una extravagancia para unos pocos pioneros, hoy se ha convertido en una corriente arquitectónica en expansión, impulsada por la necesidad de vivir de manera más saludable, más eficiente y más consciente del entorno.
Este tipo de viviendas no se basan en añadir maquinaria sofisticada, sino en diseñar para que la casa funcione por sí misma aprovechando la energía del sol, evitando pérdidas térmicas y creando espacios que mantengan una temperatura estable en cualquier estación.
Villa DANA
En esta casa madrileña, nada está colocado al azar. Las estancias de día se orientan al sur para captar energía gratuita en los meses fríos, los dormitorios se sitúan al norte, donde la temperatura es más constante y agradable para el descanso. Los voladizos, las pérgolas y las protecciones solares se calculan al milímetro: dejan pasar el sol bajo del invierno y bloquean el sol alto del verano.
"Esta casa está diseñada para funcionar con una mínima dependencia de la red eléctrica, integrando paneles solares fotovoltaicos que le permiten acercarse al concepto de “casa positiva,” capaz de producir más energía de la que consume", declara la arquitecta.
Los materiales, la disposición de las ventanas, la altura de los techos, la ventilación cruzada… todo responde a un criterio térmico. Y aunque la estética está presente, todo es eficiencia pura, lógica y un pensamiento de ahorro constante en la posición de cada ladrillo y cada material.
El futuro de las casas pasivas
La tendencia de las casas pasivas avanza con fuerza en Europa y empieza a asentarse en España. En un contexto de costos energéticos al alza y una creciente conciencia ambiental, hogares como Villa DANA demuestran que es posible vivir con más confort gastando muchísimo menos.
Lo que hoy vemos como una hazaña (viviendas que no necesitan climatización activa durante todo el año) podría convertirse en un estándar en la próxima década. Villa DANA es una prueba contundente de hacia dónde se dirige la arquitectura residencial. Casas que cuidan de las personas, y una nueva forma de promover el cuidado del planeta.
Fotografías | Lourdes Treviño
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