Hay casas que hablan más que muchas entrevistas, y la de Jordi González en Madrid pertenece a esa categoría donde silencio elegante y buen gusto van de la mano. El presentador, poco dado a mostrar su intimidad, ha dejado entrever parte de su vida doméstica gracias a las visitas (y fotos) de su amiga Belén Rodríguez.
Este es un guiño involuntario que permite asomarse a un hogar pensado para vivir sin ruido mediático. El punto de partida es la luz: ventanales enormes, reflejos tranquilos y un jardín que actúa como extensión natural del salón.
Un espacio de calma
También, un espacio donde el interior y el exterior se mezclan con una facilidad casi cinematográfica, creando una atmósfera de equilibrio relajado que sorprende en alguien acostumbrado al ajetreo televisivo.
Apuesta minimalista
La vivienda, situada en Madrid, se aleja del barroquismo y apuesta por un interiorismo minimalista. Tonos neutros, blanco y negro como base y pinceladas de color justo donde hacen falta para romper la linealidad. Una propuesta limpia, directa, sin florituras, que encaja con su carácter más reservado y con esa etapa vital donde afirma querer centrarse en lo estrictamente personal.
Entre las imágenes compartidas por Rodríguez aparece la joya del salón: una butaca Nemo, el diseño de Fabio Novembre para Driade que ronda los 1.500 euros, según Vanitatis.
Se trata de una pieza reconocible y teatral, que contrasta con la sobriedad general del espacio sin perder coherencia. Es, probablemente, el gesto decorativo más rotundo de toda la casa, una especie de icono escultórico que pone el acento justo donde toca y que, evidentemente, es un caramelo para los posados de sus invitados.
Una cocina a dos tonos
La cocina sigue la misma línea estética: blancura dominante, líneas rectas y mobiliario empotrado que apuesta por la discreción sin renunciar a las altas prestaciones y que pone sobre la mesa un amplio despliegue de electrodomésticos.
Negro, blanco y aluminio mantienen la armonía visual, mientras que la isla central (con los fuegos integrados) se convierte en el núcleo del espacio, funcional y amplio como suele exigir el día a día de una casa bien vivida.
Todo respira orden y eficiencia, una combinación de calma práctica que se intuye muy pensada y que demuestra que al famoso presentador también le gusta disfrutar de momentos de cocina con todas las comodidades y gadgets que nos da la era moderna.
El exterior también suma puntos: jardín cuidado, vegetación que acompaña sin exagerar, zona de estar y piscina. Una continuidad visual que hace que todo fluya, como si la casa quisiera recordar que Madrid puede ser igual de sereno que una escapada a la sierra cuando el entorno acompaña. Un lugar para desconectar sin necesidad de grandes discursos.
Este chalet madrileño no es, ni mucho menos, la única propiedad del presentador, ahora de vuelta a Barcelona para el progama 'Col·lapse'. González mantiene también viviendas en Río de Janeiro y Miami, destinos donde ha pasado largas temporadas en los últimos años. Son lugares que hablan de una vida itinerante, pero con raíces claras: comodidad, luz y espacios que buscan siempre esa sensación refugio tan difícil de encontrar en las grandes ciudades.
La discreción de Jordi González hace que cada fragmento que se conoce de su hogar, pese a su discreción total en lo que al ámbito privado se refiere, tenga un valor añadido. No hay posados ni exhibición, solo grandes destellos de confort.
Foto | @be.belenrodriguez/Instagram
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