Entre grabaciones, ensayos y galas, Malú ha encontrado en Majadahonda, Madrid, un espacio donde hacer silencio. Su chalé se presenta como un refugio cálido luminoso, lejos del ruido de los platós y del vértigo de las cámaras, un contraplano íntimo que la artista muestra a veces en redes sin demasiados artificios.
Allí, la cantante parece moverse en un entorno que le devuelve algo parecido a la rutina de siempre. Con casi tres décadas de carrera y un ritmo profesional implacable, su hogar cumple una función evidente: equilibrio y pausa. La vivienda se despliega en estancias amplias, muy marcadas por el blanco madera, donde la luz natural entra casi sin filtros.
Recuperar la energía
Su hogar es un escenario pensado para vivir en familia y recuperar energía entre viajes, directos y noches largas de programa. La cocina es uno de los rincones más característicos, un espacio blanco de arriba a abajo donde destacan una isla central y detalles prácticos.
Malú se graba alguna vez desde allí, rodeada de utensilios electrodomésticos pequeños, combinando mensajes a seguidores con platos caseros improvisados. Todo respira claridad y orden, un estilo que suele repetir en diferentes rincones de la casa.
En ese mismo ámbito aparecen muebles en tonos gris azulados que contrastan con sillas suaves y discretas. El suelo de madera, siempre presente, aporta calidez y crea una sensación de hogar vivido. Es una cocina funcional pero con personalidad, una mezcla de modernidad serenidad que encaja con la estética general de la vivienda.
A pocos pasos se abre el comedor, marcado por una alfombra de rafia y una vitrina de madera clara. La luz natural vuelve a dominar la escena, atravesando cristales amplios que transforman el espacio según la hora del día. Una silla rosa rompe la neutralidad y aporta un toque color contraste, un gesto sencillo que cambia el ánimo de la estancia.
Sofá de color caqui
El salón, sin embargo, es quizá el ambiente más representativo del equilibrio que la artista busca. Allí destacan los sofás caqui, mullidos y envolventes, acompañados de cojines que aportan textura al estar decorados con diferentes motivos y texturas.
Desde este salón se accede al jardín, un espacio verde que no necesita piscina para imponerse. A través de un ventanal se aprecia una extensión amplia, pensada para tardes tranquilas, juegos en familia y descansos improvisados. El porche, sencillo y abierto, invita a noches templadas en plena intimidad exterior, sin más pretensión que servir de respiro.
El jardín completa la idea general del chalé: un refugio en el que Malú encuentra lo que no cabe en la vida pública. La vegetación, los volúmenes limpios y la luz constante dibujan un hogar pensado para parar. Es allí, entre muebles sencillos y texturas cálidas, donde la artista recompone la energía antes de volver a los escenarios focos que marcan su trayectoria.
En conjunto, la vivienda de Majadahonda no pretende exhibir lujo, sino un estilo cómodo, personal y luminoso. Es una casa que funciona como refugio, como base familiar y como recordatorio de que, incluso con un ritmo televisivo intenso, la calma también tiene espacio entre grabaciones y galas.
Foto |@_maluoficial_
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