El lunes 15 de abril de 2019 será recordado por muchos como uno de los días en el que ocurrió una de las tragedias arquitectónicas e históricas de mayor relevancia de Francia y quizás del mundo. Al finalizar esa tarde de una primavera todavía fresca, un incendio destruyó una parte importante de la Catedral de Notre-Dame de Paris.
Según las primeras informaciones dadas a conocer, el fuego se habría originado en la parte superior del edificio. La famosa flecha que, además de las dos torres de la fachada, representaban el símbolo de esta catedral fue la primera víctima del incendio al desplomarse al iniciar la noche. A lo largo de casi ocho horas, las llamas consumieron la casi totalidad del techo de la catedral ocasionando daños irreversibles. Conocido como “La forêt” o el bosque, el techo de maderas antiquísimas, algunas de la edad media, de la catedral quedó completamente destruido.
Al amanecer del día siguiente, hemos podido estremecernos con el tamaño de la destrucción. Sin embargo, también nos ha causado cierto asombro ver y saber que una parte importante del interior había podido ser protegido. En efecto, si el techo de madera fue completamente destruido, el interior no sufrió una destrucción tan intensa como hubiéramos podido temerlo. Con un agujero enorme donde se encontraba la flecha en su centro y partes quemadas y llenas de cenizas, una buena parte del interior quedaba todavía intacto.
Mas allá de la estructura, el interior de Notre-Dame de Paris resguardaba una amplia colección de obras de arte religiosas y no religiosas. La buena organización de los cuerpos de rescate permitió, según fuentes oficiales, sacar y proteger del fuego a una parte importante de estas obras mientras el incendio se propagaba por el exterior. Habremos de ver el los siguientes días el real nivel de los daños estructurales e interiores.
Una construcción a lo largo de 200 años
De original estilo gótico, la catedral de Notre-Dame de Paris fue edificada entre 1163 y 1345 a raíz de un proyecto del obispo de Paris, Maurice de Sully, durante el reinado de Luis XII y bajo el periodo del Papa Alejandro III. Si los primeros años de edificación contaron con los apoyos económicos y políticos necesarios, el proyecto fue poco a poco conociendo ciertos problemas que alentaron su avance.
Una segunda fase de obras importantes inicio alrededor de 1260 para una conclusión final de la obra hasta 1325, es decir casi 200 años después del inicio de la edificación de lo que sería la gran catedral de Francia.
Una restauración controvertida y permanente
Un primer gran programa de cambios dio inicio durante el reinado de Luis XIV con la destrucción de una parte de la zona este para dar paso a la reconstrucción con un estilo más barroco, correspondiente a los gustos y tendencias de la época.
Pocos años después de la Revolución francesa, por ahí de 1793 la catedral fue saqueada y parcialmente destruida. Con la llegada al poder de Napoleón Bonaparte se emprendió rápidamente un programa de rescate, primero para la coronación del Emperador en 1804.
Unos años más tarde una restauración y un rescate masivo dio inicio para darle todo su brillo y aspecto que conocemos en la actualidad. Los trabajos estuvieron a cargo principalmente del arquitecto Viollet-le-Duc quién imprimió su estilo y visión. Hacia finales del siglo XIX, otro gran urbanista francés, el Barón Haussmann, aportó también su toque al rediseñar la parte exterior con la explanada, y jardines para darle todo su esplendor moderno.