Ha pasado casi una semana desde que miércoles 11 de mayo dos seísmos azotaran la ciudad de Lorca con trágicas consecuencias. Nueve personas han perdido la vida y más de un centenar aún se recuperan de las heridas causadas por los derrumbes, mientras que casi la totalidad de los edificios se han visto afectados en mayor o menor grado, por lo que gran parte de la población aún vive en campamentos improvisados o en casas de amigos y familiares.
Aunque la ciudad tardará mucho tiempo en recuperarse de la catástrofe, es un buen momento para hacer balance de cómo ha afectado el terremoto a las construcciones y, sobre todo, tratar de responder a la pregunta que muchos os estaréis formulando: ¿Son seguras nuestras casas frente a un terremoto?
La respuesta a la pregunta quizás os sorprenda: en mi opinión, las edificaciones actuales son seguras frente a un terremoto, siempre y cuando cumplan la normativa actual claro, algo que se ha puesto de manifiesto con el seísmo de grado 5,1 en la escala Richter que ha azotado la localidad murciana.
En nuestro país existe una normativa sísmica de obligado cumplimiento desde los 70, actualmente denominada NCSE, que se revisa con frecuencia y cuya actual versión es del año 2002. La finalidad de la norma no es otra que la de “evitar la pérdida de vidas humanas y reducir el daño y el coste económico que puedan ocasionar los terremotos futuros”, y se centra exclusivamente en la estructura del edificio y no en fachadas, tabiques u ornamentos.
Según declaraciones a la agencia SINC de Jorge Gaspar, profesor de investigación de Ingeniería Sísmica de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM):
“En Lorca hay muy pocos edificios cuya estructura se haya visto afectada. La razón es simple: la normativa determina que la estructura no debe sufrir daños. Pero no dice nada de que se desprenda una chimenea o un elemento ornamental de la fachada”
Los datos hablan por si solos, únicamente tres edificios se desplomaron, mientras que de los 2.765 restantes, 45 (menos del 2%) deberán ser derrumbados, 332 (el 12%) sufren daños estructurales aún por considerar, 791 (el 28%) deberán ser reparados antes de ser habitados (pero no sufren daños estructurales graves) y el resto, 1597 (el 58%), son considerados habitables con daños mínimos.
Teniendo en cuenta que la mayoría de construcciones fueron levantadas con una normativa menos estricta que la actual, que aunque el terremoto no fue el más virulento posible (se calcula que es posible hasta 6,5 en la escala Richter), tuvo su epicentro muy cerca de la localidad y el hipocentro casi en la superficie, y que de las nueve víctimas mortales solo dos se encontraban dentro de las viviendas, creo que las estructuras han demostrado que estaban preparadas para soportar los envites de energía liberada por el seísmo.
Los tabiques agrietados, los cristales rotos y los antepechos desplomados son consecuencias inevitables del temblor de tierra, no hay nada que se pueda hacer para que eso no suceda. Lo importante es que la estructura aguante sin desplomarse y, a ser posible, sin sufrir daños graves que permitan volver a habitar la vivienda con unas reparaciones mínimas.
En definitiva, podemos afirmar que nuestras casas son seguras frente a un terremoto, aunque un seísmo de estas características siempre resultará peligroso por el desprendimiento de fachadas y cascotes, y que en esta ocasión ha causado nueve víctimas mortales y afectado a miles de personas, que esperamos puedan recuperar pronto la normalidad y superar la tragedia que les ha tocado vivir.
Imágenes | aperiago en Flickr
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