Hasta hace no tanto, las bodas familiares eran un ritual casi inamovible. Se invitaba a parientes, amigos cercanos y poco más. Pero el aumento de precios de menús, alquileres de espacios y servicios extra ha convertido las celebraciones en un lujo difícil de costear.
Entre listas interminables y banquetes que superan largamente los 100 euros por persona, los novios se enfrentan a la duda: recortar invitados o buscar fórmulas alternativas para pagar la factura.
En este contexto surge Invitin, una aplicación francesa que propone una idea tan extraña como reveladora: abrir las puertas de una boda a desconocidos que estén dispuestos a pagar una entrada.
Solo se exige cumplir el código de vestimenta y abonar el importe fijado por los novios. A partir de ahí, todo es igual que para cualquier primo, amigo o cuñado: menú, barra libre y baile incluidos. Acceso a una fiesta con barra libre ilimitada.
Lo perversamente bueno es que en las bodas hay tanta gente que ninguna pareja tiene por qué confesar la apertura de su relación de pareja a desconocidos: es una práctica que, si no se cuenta, no tiene por qué trascender, a no ser que alguien pille a los novios vendiendo entradas.
La existencia de la app confirma un cambio cultural: se acabó la boda entendida como un evento exclusivamente íntimo. Lo que antes era patrimonio de la familia, ahora se asemeja a un festival social, con butacas vendidas al mejor postor.
La intimidad se difumina y, de paso, la financiación se aligera. Para muchos, es una solución práctica; para otros, un sacrilegio. Lo importante aquí es que la fiesta se celebre y no genere deudas a largo plazo.
El fenómeno también pone sobre la mesa otro debate: el extraño interés por acudir a la boda de completos desconocidos, que evidentemente no son las Kardashian ni Gio.
Tal vez se busque la emoción de un evento colectivo, la excusa de vestirse de gala o, simplemente, vivir el ambiente festivo sin necesidad de conocer a los novios. Lo que queda claro es que ya no hace falta esperar a que alguien de tu entorno se case: basta con pagar y entrar.
También hay vulnerabilidades
No obstante, este modelo también plantea nuevos problemas. En una boda abierta al público, ¿será posible dejar el bolso en la silla sin preocuparse? ¿O confiar en que el desconocido de la mesa de al lado no rompa el delicado equilibrio entre celebración y convivencia? La seguridad y la confianza, valores hasta ahora asociados a la familia, se convierten en puntos vulnerables.
Según Antena 3 Noticias, algunas parejas, como Jenifer y Pablo en París, venden entradas a 130 euros por cabeza. Han conseguido sumar desconocidos a su lista de invitados y, con ello, reducir la carga económica que supone el convite.
Los expertos en protocolo advierten que, aunque esta fórmula alivia gastos, también supone “mercantilizar” un rito que, en principio, pertenece a la esfera íntima. Sin embargo, la realidad manda: las bodas de hoy ya no se financian como las de antes, y el romanticismo se enfrenta al cálculo financiero.
En España, aún no existe una versión local de la aplicación, pero no parece descabellado que aparezca en breve. La tendencia global a compartir experiencias y monetizar cualquier momento vital podría hacer que, pronto, cualquier pareja española se plantee vender entradas para su enlace.
Lo que está claro es que el “sí, quiero” ha entrado en una nueva era: menos privada, más abierta y, sobre todo, marcada por la necesidad de cuadrar cuentas. El final de las bodas estrictamente familiares ya está aquí, y con él llega un nuevo modelo de celebración, tan cuestionado como inevitable. Al fin y al cabo, es muy pequeña la diferencia entre acoger a completos desconocidos y al primo con el que no te hablas desde la infancia.
Fotos | Taha Samet Arslan, Becerra Govea Photo y giuseppe messina
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