En tiempos en los que cualquier reforma del hogar puede disparar el presupuesto, hay quien se arman de paciencia, aprenden de tutoriales y cogen las herramientas necesarias para tomar el control de su propio proyecto. Es el caso de un vecino que decidió instalar él mismo el suelo radiante de su vivienda y consiguió ahorrar cerca de 8.000 euros en mano de obra.
“He hecho un curso acelerado de instalación de suelo radiante porque con la guerra de Ucrania —debe de fabricarse todo allí— el precio había subido hasta casi 18.000 euros con el IVA incluido, y me parecía un atraco”, explica. Tras comparar presupuestos y estudiar la técnica, se animó a hacerlo con sus propias manos, y este es el resultado.
La magia del suelo radiante
El suelo radiante es un sistema de calefacción por agua caliente o electricidad que distribuye el calor de manera uniforme desde el suelo hacia arriba. Su gran ventaja frente a los radiadores tradicionales es el confort térmico, la temperatura del ambiente se mantiene estable y agradable, sin corrientes ni puntos fríos.
Además, se trata de una solución eficiente y sostenible, ya que funciona a baja temperatura (entre 35 y 45 °C), lo que reduce el consumo energético hasta un 20% frente a los sistemas convencionales. Es compatible con bombas de calor, energía solar térmica o calderas de condensación, lo que lo convierte en una opción ideal para viviendas modernas y de bajo consumo.
Una instalación casera
El protagonista adquirió las placas, colectores, banda perimetral y tres bobinas de 500 metros de tubo, además de contratar el vertido de anhidrita (el material autonivelante que cubre el circuito). Para facilitar el trabajo, improvisó un desbobinador con una silla y se puso manos a la obra.
En total, instaló 1.460 metros de tubo y el proyecto completo le salió por 10.093,90 euros con IVA incluido. El resultado: 200 metros cuadrados de suelo radiante distribuidos en dos plantas, dejando fuera el sótano, de 160 m². “Está claro que si quieres, puedes”, cuenta.
Cómo instalar suelo radiante en casa
Aunque se recomienda confiar en profesionales, quienes tengan experiencia en bricolaje o fontanería pueden atreverse con la instalación siguiendo los pasos básicos:
- Preparar el soporte. El suelo debe estar limpio, nivelado y aislado para evitar pérdidas de calor.
- Colocar la banda perimetral. Se instala alrededor de las paredes para absorber la dilatación del suelo.
- Extender las placas aislantes. Sobre ellas se fijarán los tubos. Estas placas suelen tener tetones o ranuras que facilitan el montaje.
- Distribuir los tubos. El circuito debe seguir un patrón en espiral o serpentina para asegurar una distribución homogénea del calor.
- Conectar los tubos al colector. Desde aquí se regula la entrada y salida de agua caliente hacia cada estancia.
- Prueba de presión. Antes de cubrir el sistema, se realiza una prueba hidráulica para comprobar posibles fugas.
- Vertido de anhidrita o mortero autonivelante. Esta capa recubre los tubos y servirá de base para el pavimento final.
- Colocación del suelo final. Se pueden usar materiales como gres porcelánico, piedra natural o vinílicos compatibles con suelo radiante.
Más allá del ahorro, quienes eligen suelo radiante coinciden en algo: el confort térmico es incomparable. El calor se reparte de manera uniforme, sin radiadores a la vista ni aire recirculando. Además, el sistema puede combinarse con refrigeración por suelo radiante, aportando frescor en verano.
Y aunque hacerlo uno mismo no es tarea sencilla, este caso demuestra que con información, tiempo y planificación, una reforma inteligente puede convertirse también en un reto personal y en una historia de éxito en el hogar. ¡Tu bolsillo lo agradecerá!
Fotografías | MalastiC
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