Si decíamos de la flor de Pascua que es la planta reina de la Navidad, el acebo merece al menos el título de príncipe consorte.
Al igual que ella se trata de un arbusto, el Ilex Aquifolium, que aunque crece muy lentamente puede llegar a tener hasta más de 6m. de altura. Sus hojas son perennes, de color verde oscuro brillante con espinas en los bordes y sus preciosos frutos rojos, que maduran en otoño, sirven de alimento a muchos animales del bosque. Es originario del Sur de Europa desde donde se fue extendiendo paulatinamente al resto.
En el solsticio (sol detenido) de invierno los antiguos pueblos indoeuropeos, temiendo que la oscuridad venciese al sol y lo ocultase definitivamente, decoraban sus casas con ramas de acebo, muérdago y laurel, ya que sus hojas perennes siempre verdes evocaban el símbolo de la inmortalidad.
El acebo fue también la planta sagrada de Saturno, usado para honrarlo, en las Saturnalias romanas, con guirnaldas que se colocaban sobre las imágenes. Se dice que cuando los primeros cristianos celebraron el nacimiento de Jesús, para evitar su persecución, adornaron sus casas con acebo al modo romano. Siglos más tarde el acebo perdió definitivamente su asociación pagana para convertirse en símbolo de la Navidad.
La costumbre de cortar sus ramas ha derivado en una seria amenaza para la especie que actualmente se encuentra protegida en muchas zonas. Por esta razón si vamos a comprarlas en estas fiestas debemos asegurarnos que procedan de cultivos legales.
Si optamos por una planta viva deberá ser procedente de un vivero y replantada, en un lugar húmedo y sombreado, posteriormente. Aunque esta acción, como ocurre con los abetos de Navidad, no siempre tiene el éxito esperado.
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