La reforma del antiguo Mercado central de Melilla ha dado lugar a un edificio funcional que además, por si mismo, es capaz de transmitir la historia y la diversidad cultural de la ciudad.
El nuevo diseño que ha transformado el antiguo mercado central en tres importantes centros educativos, habla de respeto, cultura y de saber escuchar el entorno para generar un lenguaje único, identitario.
Un edificio que emplea la arquitectura como herramienta para unir y para reconstruir no solo un lugar, sino también las relaciones entre sus usuarios.
Antiguamente en este edificio se ubicaba el Mercado Central de Melilla que estuvo activo durante 90 años hasta su cierre en 2003. Su abandono supuso el deterioro de un área muy activa de la ciudad pero, afortunadamente ya se ha puesto fin a esta situación.
En 2008 se convocó un concurso de ideas para reactivar esta zona y como programa de necesidades se pedía trasladar allí tres centros educativos de la ciudad: el Conservatorio profesional de Música, la Escuela Oficial de Idiomas y un Centro de Educación de Adultos.
El concurso fue adjudicado al estudio madrileño de Ángel Verdasco Arquitectos quienes aprovecharon la situación del Mercado en el borde-frontera de tres comunidades (cristianos, musulmanes y judíos) para proponer un “catalizador social” que las volviera a juntar y relacionar, proponiendo diálogo tras la radicalización de los últimos años. Tras la reforma, el edificio ha quedado vinculado a los distintos distritos con los que colinda, a través de distintas cotas para convertirse en un un auténtico conector urbano.
En el estudio Ángel Verdasco hicieron hincapié en trabajar con la memoria y la identidad del edificio.
Se regeneró la ciudad manteniendo el viejo mercado y fomentando los lugares de encuentro con un interior lleno de plazas y vestíbulos, como si de alguna manera, hubiera renacido el viejo mercado como punto de encuentro. Para conseguir la unión cultural y el respeto por la tradición se reinterpretaron los materiales locales y se adaptaron al clima local. Por eso destaca en su aspecto exterior una gran fachada ventilada (cerámica) y una celosía (aluminio y nudos cerámicos) con distintas aperturas según la orientación de la fachada.
Celosía para fachada ventilada
En el interior, los tres vestíbulos (para acceder a tres centros educativos) de distinto tamaño y proporción, están resueltos de igual modo.
Hay una clara reinterpretación de los materiales y geometrías locales. Así, unas piezas de artesonado encontradas al otro lado de la frontera, en Marruecos, se trasladaron al edificio reconvertidas en yeso. Lo mismo ocurrió con las piezas de piedra en el suelo con la letra “M” escrita en los alfabetos de las cuatro culturas que pueblan la ciudad que se convirtieron también en yeso y "se incorporaron en un gesto de arquitectura parlante a los vestíbulos como lugares sociales de encuentro"" como señalan desde el estudio.
Dos materiales humildes (y sobre todo disponibles) dan continuidad a los espacios públicos. Se colocó gres negro en suelos y zócalo, yeso blanco sobre vidrio y paredes negras en paramentos y techos.
Detalles artesonados en yeso
El edificio es un ejemplo de lo que la buena arquitectura puede llegar a ofrecer.
Por si mismo es capaz de fomentar la convivencia, la multiculturalidad y la aceptación de la diversidad identitaria. Ahora el edificio es un centro activo por el que pasan, a diario 1600 alumnos, activando de nuevo el área.
Información e imágenes vía Ángel Verdasco Arquitectos