Hace unas semanas tuve la posibilidad de conocer el Hotel Marqués de Riscal, invitada por la dirección de las bodegas Herederos de Marqués de Riscal. Como muchos sabréis, el edificio fue proyectado por Frank O. Gehry e inaugurado en el año 2006. En un principio, el arquitecto no estuvo interesado en comenzar un proyecto nuevo, pero bastó una estancia en Elciego para que cayera rendido ante esta tierra y decidiera ponerse a trabajar de inmediato. Los responsables de la bodega supieron conquistarle cuando le ofrecieron una botella de vino del año de su nacimiento, 1929.
Los primeros bocetos del hotel fueron unos volúmenes en cartón sobre los que más adelante fue añadiendo las láminas de titanio que forman su característica estructura. El edifico está levantado sobre el botellero de la bodega, que guarda más de ocho millones de botellas, y define una silueta única sobre el paisaje del pueblo.
El edificio de Gehry
El descubrimiento del edificio fue lento y lleno de matices, llegué de noche y la luz eléctrica lo hacía resplandecer en la oscuridad, pero no fue hasta la mañana siguiente cuando pude apreciarlo en su totalidad, ya con la luz del sol que resaltaba los colores del titanio, cambiándolos a capricho según su reflejo. Las láminas curvadas que recubren el hotel están hechas con titanio en tres tonos, y simbolizan los colores de la botella de vino: rosa por el vino, plata por la cápsula, y oro por la malla que la recubre.
La sensación que tuve al pasear por el exterior, y que ratifiqué al ver las fotografías que tomé, es que es un edificio vivo, no solo por el efecto cambiante de los rayos del sol, sino por la perspectiva, que hace que parezca que los picos de titanio se abran y cambien de posición. Gehry proyectó el edifico principal, que alberga catorce habitaciones, quedando las otras veintiséis en un edificio aparte, al que se accede por una pasarela, que ofrece una experiencia única al traspasarla de buena mañana en busca del desayuno.
Desde ella, según se avanza, se pueden ver las tripas de la estructura, y sorprenderse con el color violeta rosado de increíbles matices, que oficia como una enorme sonrisa de buenos días. Vista desde abajo, la pasarela ofrece un espectáculo visual, dejándose cubrir por el titanio en su principio y separándose de él hacia su mitad.
Las habitaciones
El interior del hotel es otro capítulo. Sus habitaciones son espaciosas y elegantes, dotadas de mullidas camas king size en un equipo de descanso pensado para el relax. El proyecto interior fue llevado a cabo por Gehry, diseñando los cabeceros, las lámparas y algunos muebles, e incluye elementos diseñados por Alvar Aalto. Las lámparas hacen un guiño al exterior del edificio, manteniendo una forma ondulada, tanto en los apliques de pared como en los elementos colgantes.
La habitación en la que me alojé está ubicada en el edificio anexo, disfrutando de una preciosa vista del pueblo de Elciego frente a ella. Un generoso pasillo lleva a la habitación, haciendo una parada en el espacioso baño, toda un templo dedicado al relax. Este, cuajado de mármol y cristal, contiene también los armarios, dos cuerpos en madera maciza de arce. A los lados, la bañera y la ducha, esta última de gran tamaño, calculo que no menos de unos tres metros cuadrados, a la que se accede a través de una puerta de cristal. Al frente dominan los lavabos, dos senos encastrados en cristal con todo lo necesario para un buen servicio.
De nuevo en el pasillo, al fondo, la habitación, una suite en un solo espacio, enmarcada por unos grandes cortinones en color rojo vino. La zona de estar, junto a los ventanales, se compone de un sofá de cuero marrón y una chaise longue roja, asistidas por dos mesitas.
A un lado un sobrio escritorio, y al fondo la cama, grande y cómoda, rodeada por dos mesillas que albergan el minibar y la caja fuerte, iluminadas por dos piezas en papel que semejan nubes. Un televisor de Bang Olufsen da servicio a la estancia, que combina en sus paredes el color blanco y los paneles de madera. Un conjunto pensado para el descanso y la comodidad, con un lujo poco ostentoso pero rotundo en la práctica.
El restaurante
Los pasillos del hotel son amplios, y nos llevan al Spa y la biblioteca (que no pudimos conocer, ambos quedan pendientes para otra ocasión), la recepción, los restaurantes y las distintas terrazas. Entre estos destaca el Restaurante Marqués de Riscal, una divertida locura decorativa de paredes rojas decoradas con cuadros circulares de vivos colores, con lámparas metálicas que se suspenden de sus altísimos techos. Entre sus mesas, destaca un espacio de bancadas corridas con grandes cojines que dan asiento a una de las mesas.
El diseño no deja de estar presente una vez en la mesa, ya que sobre los manteles descansan copas de Zwiesel diseñadas por Enrico Bernardo, una vajilla de diseño exclusivo, y la cubertería, que me llamó mucho la atención, de la casa Puiforcat.
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