Ya se que la palabra "colmado" os sonará un poco a viñeta de Mafalda, pero es la primera que me viene a la mente para describir "La Magdalena de Proust". Un espacio diferente de principio a fin. Desde fuera podrías pensar que es sólo una panadería, pero hay un universo por descubrir entre sus muros.
Un poco perdida, buscando la calle Belén, me llamó la atención un escaparate que parecía sacado de una casa de muñecas antigua, con sus espigas de trigo, sus enormes hogazas de pan y una balanza de las antiguas, cuya procedencia era claramente árabe, ya que hasta la marca estaba escrita con caracteres arábigos. Eso para mi es una invitación, así que decidí entrar a conocerlo. La Magdalena de Proust es un obrador de pan que esta en la calle Regueros de Madrid, casi, casi en Chueca. Bollos, diferentes tipos de pan y salados con productos ecológicos.
Pero es mucho más. Al traspasar el umbral de la puerta entras en un espacio funcional con sabor auténtico, a cosas naturales y sin artificios de ninguna clase. Se respira tranquilidad y hay cierto desorden entre los cursos que se anuncian, las cajas de madera cargada de fruta de producción ecológica y la decoración tipo industrial con sus metales y sus tubos gordos por el techo.
La tahona o mostrador del pan es de madera, con sus cestas artesanales y los graciosos cartelitos que anuncian lo que hay en la cesta son de pizarra y están escritos con tiza. Mucha pizarra, también en las paredes donde podemos leer los precios del pan (por kilos y no por piezas)
Al fondo dos neveras retro rojas de la firma Smeg, nos dan la bienvenida a la zona de cocina donde se realizan los cursos. Una mesa grande con todo lo necesario para aprender a cocinar vegetariano, helados caseros o hacer masas y helados (por cierto que para el fin de semana están preparando un cursillo infantil de helados caseros).
Junto a la zona de instrucción, el bar. Pero este bar es diferente, llaman la atención las clásicas sillas metálicas de listones anchos, muy típicas de las terrazas de la zona, por aquello de estar bajo cubierto, pero no desentona con la madera de la barra con cristal, que más parece un expositor de delicatessen, con tantas tarteras de galletas, bollos y bizcochos.
El obrador propiamente dicho está a la vista, así que todo el espacio tiene un delicioso olor a pan recién hecho, y continúa con la tónica de decoración industrial con las cristaleras enormes sujetas por carpintería metálica.
Un maravilloso lugar para trabajar entre aromas de fruta fresca y pan recién hecho, La magdalena de Proust, en el centro de Madrid.
Por cierto, por si alguien no sabe el porqué de este nombre, se refiere a un pasaje de un libro del escritor francés Marcel Proust sobre la memoria involuntaria, esa que asocia una percepción sensorial con un recuerdo, como un perfume, un sabor, etc.
En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar… el recuerdo se hizo presente… Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena… apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles…”
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