Cuando todavía resuenan en nuestros oídos los ecos de la demanda interpuesta por las Bodegas Ysios al arquitecto, mil veces laureado, Santiago Calatrava, para que asuma, junto con la constructora Ferrovial, los dos millones de euros que supone la reparación de la cubierta de edificio de la bodega, ideado por el arquitecto en 2001, visitamos una bodega también de diseño contemporáneo, que nació en 2008 y no parece tener tantos problemas.
Hace ya algunos años, el enoturismo y la arquitectura se dieron la mano y los más afamados arquitectos nacionales e internacionales poblaron las viñas con edificios futuristas, que han "contemporarizado", si me permitís la expresión, el campo español hasta convertirlo en un museo. Frank O. Gehry, Zaha Hadid, Rafael Moneo o el ya nombrado Calatrava han abierto la veda y los bodegueros han convertido sus lugares de trabajo, antaño meramente funcionales, en auténticos hitos de la arquitectura y el diseño.
El arquitecto zamorano Leocadio Peláez Franco, conocido por acometer las reformas del Monasterio Cisterciense de Santa Maria de Moreruela, el campamento romano de “Petavonium”, en la antigua cárcel de Alcañices y en diversas iglesias como Santiago del Burgo y San Ildefonso (Zamora), San Lorenzo el Real (Toro) fue el elegido para realizar un proyecto totalmente novedoso, tanto, como las Bodegas Valbusenda de Toro, que no tienen más que cuatro años de vida.
Si nuestra idea es un enorme lazo de colores que resplandece con el sol, no podemos ir más desencaminados. La zona de Toro está despertando al enoturismo y no olvidan para lo que están allí. Los primeros pasos tímidos para llegar a un público que todavía recuerda el antiguo vino de Toro, (vino con un cuerpo y un color impresionantes y nada fácil de beber), se han ido dando a lo largo de estos últimos años, en que de cinco han pasado a ser 53 bodegas en la zona de la D.O.Toro.
La bodega lleva adherido un maravilloso hotel spa con todos los tratamientos más sofisticados y una gastronomía más que sobresaliente. En lo alto de la colina, rodeado por viñedos, nos recibe un estanque donde nadan peces de colores. Lo primero que llama la atención es su cubierta a dos aguas,pero desestructurada, no simétrica, que termina en pico (donde todos los visitantes, invariablemente, van haciéndose la foto clásica de sujetar el tejado).
La recepción, color vino tinto (naturalmente), sorprende por su sencillez. Se trata de una bodega boutique, lo que significa, que desde las vitrinas se ofrece al visitante la oportunidad de admirar y comprar una serie de artículos de diseño, cuya temática es el mundo del vino. Desde los clásicos decantadores y sacacorchos a los no tan clásicos guantes de piel, esculturas o pañuelos de seda con motivos vinícolas.
Enormes ventanales permiten observar la sala de barricas y el primer detalle que ayuda a crear una atmósfera diferente son los monumentales muros circulares de teselas plateadas y negras acharoladas, que en realidad ocultan el ascensor y los cuartos de baño de la planta baja. Frente a ellos, la escalera de lineas rectas, color tinta de Toro, nos invita a comenzar la visita.
Como novedad, la pasarela con grandes ventanales que permite visitar la bodega sin necesidad de interrumpir a los trabajadores. Un largo corredor acristalado con columnas de hormigón sobre las salas, donde las barricas (de roble francés y americano y las de última generación, de acero con planchas de roble de fácil sustitución, lo que indudablemente abarata costes), atesoran lo mejor de la tierra.
Todas las instalaciones tienen las últimas novedades en tecnología vitivinícola, lo que consigue unos resultados excelentes, de la mano del enólogo Mauri Segovia.
Todo el recorrido está adornado con lámparas de estilo Wendell Castle y sofás de diseño en colores vibrantes. En especial, las sillas de la sala de catas pequeña llamaron nuestra atención por su originalidad. Claro que, para originales, los sofás en forma de hoja de la recepción.
Un detalle que no ha caído en el olvido es la espectacular iluminación de la bodega. Al caer la noche, la bodega ofrece una imagen espectacular, ya que asemeja una sábana tendida a la luz de la luna, rodeada de campos de viñas. Una imagen sin duda diferente. También se ha puesto especial cuidado en el paseo que sube hacia la bodega y en los jardines del hotel.
Un concepto diferente al de sus hermanas de "la otra ribera del Duero", pero con una lección bien aprendida. Una lugar encantador para trabajar, las Bodegas Valbusenda de Toro.
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